EL ROMANCE ENTRE CAMBIEMOS
Y
EL CAPITALISMO VERDE
Las naciones centrales
suscriben declaraciones a favor de una “economía verde”, pero lo cierto es que
el loable objetivo de reducir las emisiones de carbono opera como “excusa” para
limitar la autodeterminación de las naciones periféricas. La contracara de esas
“recomendaciones” es invisibilizar que el principal causante del daño ecológico
global es el modelo productivo impuesto por los países desarrollados, que en
nuestro país sobrevive intacto tanto en décadas "ganadas" como perdidas.
Hacia un
salvoconducto para los depredadores del ecosistema
Según
Martin Álvarez, especialista en políticas hidrocarburíferas, a partir del
ingreso de varias ONGs ambientalistas como Vida
Silvestre y Greenpeace, la Secretaría
de Medio Ambiente al mando del rabino Sergio
Bergman estaría adoptando un nuevo y peligroso carácter, favorable al
concepto de "capitalismo verde", abrazado por distintos sectores de la derecha
internacional.
Este posicionamiento procede
de la ortodoxia económica liberal de corte neoclásico. Su principal
representante es Frances Cairncross (1995), quien defiende
la iniciativa privada como vehículo de actuación purificadora a nivel global y
como tabla de salvación colectiva para la preservación de la naturaleza. Según
su credo:
* La legislación
medioambiental modifica y perturba la tarea del mercado provocando una pérdida
de eficacia en la organización y gestión de los recursos escasos. La
legislación sólo debe obligar a prevenir o limpiar la contaminación cuando el
costo de hacerlo iguale los beneficios obtenidos, de lo contrario origina deuda
y por lo tanto quiebra.
* Un medio ambiente limpio
puede obtenerse de varios modos:
Cambiando el estilo de
consumo, lo que es difícil, de manera que sea la tecnología creada por empresas
privadas la que solucione los problemas ecológicos, el Gobierno sólo ha de
crear una demanda favorable al perfeccionamiento de las tecnologías, con el uso
de mecanismos de producción distintos.
* La convicción de que el mercado
es compatible con el medio ambiente lleva a argumentar que las políticas
enfocadas a modificar por ley los métodos de actuación de las empresas son
antiecológicas debido a que:
Las empresas que producen
tecnologías amplían sus mercados pero quienes las aplican incrementan sus costos
y no son considerados ni contabilizados como inversión.
Los ahorros que obtienen las
empresas por la reducción de emisiones y residuos para evitar las multas y
sanciones podrían obtenerse a través de inversiones más lucrativas.
Resumiendo, la competencia
internacional favorecería a los países que no tengan implantadas normas medioambientales,
al tener costos más reducidos.
La farsa del
capitalismo verde
Al presidente de
Estados Unidos Barack Obama se le ha visto muy motivado en impulsar la agenda
de la COP 21, un cambio de discurso muy conveniente en este año electoral.
Esta defensa
ambientalista emprendida no solamente por Estados Unidos sino también por
China, genera grandes dudas, en tanto son los países más contaminadores del
planeta, por sus altos índices de consumo, que generan una altísima emisión de
Gases de Efecto Invernadero; además de su proverbial reticencia a suscribir los
acuerdos de protección del Planeta.
Vale la pena
recordar, que las naciones industrializadas son las principales emisoras de
CO2, lo cual sólo en este año ha elevado la temperatura del planeta en 0,85
grados centígrados (vale decir, la más alta de la historia)
Importante número de
analistas cuestionan la agenda de la COP21, puesto que el documento-propuesta
hecho por Naciones Unidas contiene compromisos frente a la disminución de
emisiones de CO2, y adicionalmente plantea acuerdos sobre tecnología,
competitividad y el uso de la tierra para agricultura, aspectos que se prestan
para hacer de estos pactos ambientales un mecanismo de injerencia en los mal
llamados “países subdesarrollados”, quienes son los que viven principalmente de
la economía agrícola y poseen grandes riquezas naturales.
En consecuencia, se
hace evidente la gravísima condición ambiental de la Tierra, producto del
modelo económico capitalista, pues en su afán de lucro infinito y de
consolidarse como potencias, los países van arrasando con el bienestar de la
población y la naturaleza.
El
lobo viene por nuestros recursos con piel de cordero
Resulta falso pensar
en una protección del ambiente sin cuestionar el modelo económico, puesto que
las grandes empresas siguen consolidándose en alianza con los Estados, para
incrementar la explotación inclemente de los territorios y los procesos de
industrialización dañinos. En ese marco, Estados Unidos resulta ser el gran
campeón de la depredación del planeta.
Como
se verá, la suya dista de ser "una política de cabotaje": Sin ir más
lejos, la reactivación macrista del SIFEM
(Sistema
Federal de Emergencias, a cargo de Emilio Renda, y bajo tutoría ministerial de
Patricia Bullrich) podría ser el aeropuerto
institucional doméstico perfecto para que aterrice la ayuda solidaria del Comando Sur. En Paraguay, dos años
atrás, el director de Planificación del Comando Sur, el contraalmirante George Balance, y el embajador
estadounidense en Paraguay, James Thessin, viajaron hasta la pequeña localidad
de Santa Rosa del Araguay, en el nororiente paraguayo, para inaugurar junto a
la cúpula policial y militar local un modesto edificio denominado Centro de
Operaciones en Emergencia y un Depósito de Suministro de Emergencias que
permitiría, según los comunicados oficiales del evento, socorrer “a la
población civil afectada por desastres naturales”. Balance no es un cuatro de
copas. En el año 2008 firmó uno de los documentos madres del intervencionismo
verde, titulado U.S. Southern Command
Strategy 2018: Partnership for the Americas (Asociación para las Américas),
donde Washington coloca a las emergencias climáticas y sus consecuentes crisis
humanitarias como uno de los escenarios estratégicos territoriales donde
intervenir.
Resulta
penoso que ante semejante cuadro de situación, buena parte de la militancia
popular - y la mayoría de los organismos de DDHH - se apeguen a denunciar
esquemas perimidos de dominación imperial, mientras se cierne sobre nuestras
naciones un novedoso y complejo estatuto del coloniaje que supera con creces la
capacidad de daño de cuantos conocimos hasta la fecha.
Ante la paulatina capitulación
cómplice de nuestros respectivos parlamentos, la rebelión popular aparece en el
horizonte político como única alternativa de preservación de la soberanía
(entendida en su más amplia acepción), hoy amenazada por un modelo que ha dado
sobradas muestras de ser enemigo de la humanidad.-
JORGE
FALCONE
No hay comentarios.:
Publicar un comentario