APORTES PARA LA AGENDA DE DEBATE
DE UNA NUEVA MILITANCIA ANTISISTÉMICA
“Cuando tenga la tierra
sembraré las palabras
que mi padre
Martín Fierro
puso al viento,
cuando tenga la tierra
la tendrán los que luchan
los maestros,
los hacheros,
los obreros”.
Armando Tejada Gómez,
poeta argentino del Siglo XX.
“Soy agricultor y no tengo tierras, tampoco tengo tractores ni cosechadoras.
Y esta es la mayor innovación del país. En Argentina, a diferencia del mundo,
hoy no tenés que ser hijo de un chacarero o un estanciero para ser agricultor.
Tenés una buena idea y tenés plata, vas, alquilás un campo, y sos agricultor.
Este es un proceso extraordinario y democrático del acceso a la tierra, donde
la propiedad de la tierra no importa; lo que importa es la propiedad del conocimiento”
Gustavo Grobocopatel, empresario sojero argentino del Siglo XXI.
EL MUNDO DE LOS 70 Y ESTE
Aquel
mundo bipolar pactado en Yalta durante la segunda posguerra mundial, estaba constituido
por un occidente bajo la influencia norteamericana, un oriente bajo la
soviética, y un sinnúmero de países no alineados de Asia, África, y América
Latina en lucha por su emancipación, constituyendo el llamado Tercer Mundo. Por
entonces distaba de cumplirse el vaticinio del comunicólogo canadiense Marshall
Mc Luhan acerca de la “Aldea Global”, fenómeno que gracias a las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación ha transformado al mundo en una
barriada. La larga marcha del pueblo argentino emprendida por los malones
originarios, la montonera federal, la chusma irigoyenista, el movimiento
libertario, y los descamisados de Perón y Evita generó hacia mediados de los
años 40 una inédita experiencia de empoderamiento de los sectores populares
que, con sus aciertos y limitaciones, desafió a las clases dominantes, que
hicieron tronar su escarmiento hacia 1955. Los casi 18 años posteriores de
resistencia por todos los medios, hacia 1973 consiguieron arrancar un breve
lapso democrático, abortado en 1976
a causa de la radicalización de la lucha sindical y la
creciente demanda de participación en el reparto del PBI por parte de la clase
trabajadora. Como si nuestro pueblo hubiera ahorrado durante casi dos décadas
el capital de su lucha dentro de una alcancía que el gobierno de facto vino a
destruir descapitalizándonos de toda esa experiencia (repliegue del pensamiento
estratégico, erosión del sentido de solidaridad, desvalorización de la puntualidad
en las reuniones, desprecio por el registro de actas, abandono del acordonamiento
de las columnas en marcha) El
genocidio atentó pues contra la materialidad y la subjetividad de los
argentinos: Hubo que desaparecer a cerca de 30.000 personas para hacer
desaparecer luego el plato de comida de la mesa de todos los argentinos. La
democracia de baja intensidad que rige desde 1983 inauguró un período
tácitamente acordado entre la clase política y los genocidas en retirada, status sólo cuestionado a fondo durante
el Argentinazo de 2001. Como bien lo expresa Norma Giarraca en el documental de Miguel Mirra Los ojos abiertos
de América Latina, ¨Eric Hobsbawm, ese
gran historiador británico, decía que el siglo XX corto empezó con la Revolución rusa y
terminó con la caída del muro de Berlín. Para nosotros, el siglo veinte corto
comienza con la Revolución Mexicana
y termina en Chiapas, el 1° de enero de 1994”.
Hoy
ya no se trata sólo de que una clase social prevalezca sobre la otra, sino de
tomar conciencia de que, esclava del paradigma desarrollista del progreso
ilimitado, es la humanidad toda quien peligra, como lo diagnostican tantos
científicos de fuste que vaticinan que a
este tren de explotación de nuestros recursos naturales el planeta no durará
más de dos siglos. La latitud geopolítica que ocupamos remite a uno de los
más codiciados reservorios de riqueza alimentaria de un mundo severamente
hambreado. Igual que ocurre últimamente con la Venezuela bolivariana en
procura del petróleo, el poder imperial vendrá por nuestros recursos naturales
sin contemplación alguna.
URGENTES DESAFÍOS
Los
grandes movimientos nacionales del Siglo XX han cumplido su ciclo ofreciendo lo
mejor de sí, el compromiso perentorio de una alternativa popular antisistémica - además
de no dilapidar aquellos legados - consiste en
* Precisar el diagnóstico de la crisis
civilizatoria
Cierta
sensación de orfandad de referencias políticas o receso en las luchas
antisistémicas remite a la dificultad de formular los grandes interrogantes de esta hora, leer adecuadamente el carácter holístico de la
crisis civilizatoria, cuya máxima amenaza se cierne sobre el alimento y el
hábitat de la humanidad en pleno. A propósito de ello, el sociólogo chileno Antonio Elizalde Hevia sostiene que “Frente al cambio climático, la diversidad es
fortaleza y la uniformidad es debilidad. Las semillas comerciales reducen
drásticamente la capacidad de la humanidad para adaptarse y enfrentarse al
cambio climático”.
*
Estudiar el nuevo perfil del colonialismo
Revisar
la definición del enemigo histórico de los intereses populares, acaso a partir
de la compleja figura del poder trasnacional de carácter global que tanto viene
comprometiendo nuestra soberanía alimentaria, sobre todo a partir de los negocios
de China en Nuestra América, esa potencia emergente cuyo afán expansionista
cierta izquierda desestima. Sin embargo sobran indicios de que la economía mundial del Siglo XXI transita
del Consenso de Washington al de Pekín: Según el diario chino publicado en
lengua inglesa South China Morning Post, al
menos 40 bancos centrales han invertido en el yuan chino, y esta cifra promete
ir en aumento. Los bancos centrales están añadiendo el yuan a su cartera y esto
está transformando silenciosamente a la moneda china en un activo de reserva.
(Moneda de reserva es una que se utiliza para transacciones internacionales y
para fijar precios de productos comercializados internacionalmente, como el
petróleo, el oro, las materias primas y los productos de la alimentación, así
como servicios, como los costos financieros o el transporte internacional) El
fortalecimiento de la moneda china proviene del intenso comercio con toda Asia,
Europa y América Latina. Recientemente se abrió en Fráncfort la primera zona de
comercio que intercambiará libremente en euros y yuanes. Austria, Noruega,
Francia y Lituania han declarado oficialmente que sus bancos centrales atesoran
la moneda china. También Australia. En Asia: Hong Kong, Indonesia, Japón, Corea
del Sur, Macao, Malasia, Nepal, Pakistán, Singapur y Tailandia han confirmado
al yuan como moneda de reserva y, por tanto, atesorada por sus bancos
centrales. Países de América del Sur como Chile, Bolivia y Venezuela, así como
los africanos Kenia, Ghana, Sudáfrica, Nigeria y Tanzania han dado ese paso, de
acuerdo con el diario citado. Según el
FMI, en el año 2000 el 60 por ciento de las reservas mundiales estaban
denominadas en dólares. Hoy llegan apenas a 33 por ciento, en una curva
inclinada hacia abajo.
*
Definir a la nueva oligarquía volcada a los agronegocios y el extractivismo
Los grupos económicos que hoy protagonizan el proceso de acumulación por desposesión (*) en curso no responden al carácter que otorgara el viejo Revisionismo Histórico a los latifundistas que fundaron nuestro país en el Siglo XIX sobre la sangre del criollo y del indio. Estamos ante una nueva clase dirigente especuladora y rentista que, como bien lo define el Grupo de Reflexión Rural, ya no basa su poderío económico en la propiedad sino en el uso de la tierra. Volcados a cultivar soja, expresión local del proceso de globalización del capital, expanden esa frontera verde desalojando constantemente al campesinado pobre y a los pueblos originarios, produciendo a menudo víctimas de las guardias blancas de los hacendados por las que nadie luce un pañuelo blanco. Dicho fenómeno expulsa vastos contingentes de desarraigados hacia el paraíso artificial de las grandes ciudades, donde - cerrando este círculo perverso - habrá de recibirlos la voracidad especulativa del boom inmobiliario. Así, el viejo reclamo de Reforma Agraria sostenido aún por tanto desterrado apegado a la consigna de “A desalambrar” ha caducado, ya que el desafío actual no pasa tanto por la tenencia como por el modelo productivo con que se explotará la tierra. A menudo los medios monopólicos resultan obscenamente transparentes al respecto, apelando a la pluma de voceros del sistema como el ex ideólogo menemista Jorge Castro, que recientemente expresara en las páginas de Clarín “Esta productividad es propia del capitalismo avanzado, en la que el tiempo le ha ganado la carrera al espacio, y donde la producción se ha desterritorializado. En el nuevo sistema, la producción tiene un solo objetivo: bajar costos, aumentar rendimientos, asegurar la calidad. Es un fenómeno capitalista en estado puro, en el que la ganancia es el resultado de la innovación”.
* Repensar al sujeto histórico del cambio
Superada la matriz productiva de
carácter metalmecánico y en plena era telemática, es muy poco probable que el motor
de la transformación pendiente sea
exclusivamente el proletariado industrial. En efecto, puede que algunas pistas conduzcan a los grandes
contingentes de excluidos encubiertos por el concepto genérico de economía
informal. El avanzado proceso de des industrialización - y des sindicalización
consecuente - pone en tela de juicio el rol transformador del proletariado
histórico. Pero esto es tan cierto como que en varios gremios se verifica un
creciente desarrollo del sindicalismo combativo y antiburocrático de base (ver:
http://www.youtube.com/watch?v=7Vgm7O3uXgY&feature=youtu.be),
fenómeno que – por ejemplo – se manifestó durante el Paro Nacional del 10 de
abril convocando a ganar las calles, pese a que sus organizadores sólo propusieron
ausentarse de los lugares de trabajo. Entendemos que su rol presente y futuro en las
luchas sindicales no debiera menospreciarse; asimismo, consideramos que si bien
para los trabajadores desocupados la única alternativa es la lucha, sin un proyecto
antisistémico de por medio tal esfuerzo bien puede culminar con su reingreso al
mundo del capital y el reciclaje correspondiente del modelo.
*
Debatir las viejas fórmulas sobre la toma del poder (o recuperación de
potencia, como propone Norma Giarraca)
A
partir de la valiosa y originalísima experiencia zapatista (defender con las
armas la demostración de que es posible "construir el paraíso en la
tierra"), cabría rediscutir la noción de poder; vale decir, si hoy ello
consiste en un espacio a conquistar o en una circunstancia que seamos capaces
de gestar: Buena parte de la militancia progresista y de izquierda parece
dispuesta a seguir disputando - con todos los riesgos que eso supone - el
control del Estado burgués. En el reciente trabajo de Miguel Mazzeo titulado "Entre la reinvención de la política y
el fetichismo del poder. Cavilaciones sobre la izquierda independiente
argentina" (http://lhblog.nuevaradio.org/b2-img/Mazzeo_ReinvencionVsFetichismo.pdf),
por ejemplo, el prolífico militante del FPDS aboga porque ninguna expresión que
valorice el proceso electoral lo haga considerándolo como una herramienta
primordial ni abandonando el legado antisistémico del 2001.
PARCHAR EL MUNDO QUE HEREDAMOS O BUSCAR
UN HORIZONTE NO CAPITALISTA
A
casi cuatro décadas de la más feroz lección sufrida por las fuerzas populares
en Argentina, y sin desconocer el consenso social existente contra cualquier
intención de interrumpir el orden constitucional, valdría la pena advertir que la derrota más tangible de los ideales
procesistas es la formal, y se verifica fundamentalmente en el plano jurídico (Derogación
de las Leyes de Impunidad, Juicios de la Verdad, prisión de numerosos represores y muy
pocos gestores - no “cómplices” - civiles del Golpe de Estado) En
consecuencia, resulta presumible que la
causa de la abulia popular que aún se percibe a la hora de reclamar cambios
estructurales en nuestro país se vincule en buena medida al sedimento de la
ingeniería represiva perpetrada por los genocidas de 1976: Hoy también es
cultural el escarmiento de haber intentado la emancipación nacional. No
otra puede ser la explicación de que actualmente buena parte de la militancia
prefiera adherir a promisorios postulados discursivos en vez de revisar la
matriz productiva que los anima, común a la casi totalidad de las fuerzas
políticas con representación parlamentaria. Pero mientras durante la última década la discursividad política ha
patinado la epidermis social con barniz progresista, en el sustrato cultural
más profundo de la sociedad se ponen dramáticamente en acto las secuelas
barbáricas del legado procesista, ahora bajo la forma de un vecindario
linchador de excluidos librados a su suerte por el capitalismo salvaje, o un
puñado de estudiantes que graba la golpiza colectiva contra un/a compañero/a
diferente para luego celebrarlo en las redes sociales a la manera del viejo
circo romano.
De
aproximarse a la verdad, lo expresado anteriormente no sería algo nuevo. Sin ir
más lejos, la última generación que
protagonizó una ofensiva popular en nuestro país tuvo más en cuenta las
consignas políticas que los fundamentos filosóficos del marxismo y el
keynesianismo, pero hoy la crisis civilizatoria exige rechazar de plano el
paradigma desarrollista del progreso ilimitado, común a ambos planteos.
En
el insuficientemente revisado año 1973 la alternativa Liberación o Dependencia
interpretaba cabalmente el desafío de la época. Hoy la descapitalización de experiencias de lucha y la falta de audacia
en las praxis políticas ha conducido a aceptar la falaz contradicción
Democracia o Corporaciones, cuando es evidente que rige una Democracia de las
Corporaciones, en la que está comprobado desde hace treinta años que por
esta vía no se come ni se educa ni se cura.
Quizás
aún no sea demasiado tarde para asumir el compromiso que proponía una canción
muy coreada en tiempos en que nuestros sueños flameaban mucho más alto: “Hay que quemar el cielo, si es preciso, por
vivir”.-
JORGE FALCONE
(*) Harvey, David (2004) ”El ‘nuevo imperialismo’:
acumulación por desposesión”
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