“LA HUMILDAD FRANCISCANA
DE MI CINE ES PRODUCTO DE SU IRREFRENABLE DESEO DE EXISTIR”
Sepa disculpar el/la asidu@ visitante de este blog este atrevimiento
- más digno del actor Fernando Peña que de un servidor - consistente en ordenar
algunas ideas desdoblando mi personalidad entre la más sensata (en el rol de
entrevistador) y la más desquiciada (en el de entrevistado), sin ánimo alguno
de autopromoción y sólo con el urgente propósito de brindarle algo de
racionalidad a una vida desaforada y frecuentemente tan difícil de entender
como de explicar. En la era de las “selfies” pues, aquí va la mía…
PAGO CHICO, PATRIA GRANDE: Mi tío Pepe
ante su escultura en tributo de José Martí (Paysandú, Uruguay)
¿CUÁL ES EL MOTIVO PARA QUE UN CONOCIDO
MILITANTE POLÍTICO HAYA OPTADO POR CANALIZAR A TRAVÉS DEL CINE SU VOCACIÓN DE
INTERVENIR EN LA REALIDAD DEL
PAÍS?
Acaso
el no haber afrontado un compromiso político moderado sino apostando
oportunamente a todo o nada, y haberme tomado el tiempo suficiente para meditar
sobre los resultados de aquella apuesta. Ocurre que los nacidos en el Siglo XX
venimos de otro mundo. Uno bipolar, con largas siestas y una única señal de TV,
estatal y en blanco y negro. Crecimos pues con la noción algo aldeana de vivir
en un entorno abarcable y capaz de admitir respuestas totalizadoras. A su vez
muchos tuvimos una suerte de padre o tutor político al que alguna vez
consideramos infalible, delegándole la responsabilidad de abrirnos una brecha
en la Historia. Al
cabo aprendimos dolorosamente que cada pueblo - como cada individuo - debe tomar las riendas de su propio destino.
El mundo de hoy es muy otro. Multipolar, vertiginoso y despoblado de certezas.
Muchos hemos intentado con distinta suerte replantear nuestras respectivas
militancias adaptándolas a dicho escenario. Puede que aún debamos seguir
estudiando las complejidades del presente que nos toca, más volátil que el que
nos formó. En algunos casos hemos sucumbido ante tanta fragmentación y anomia
social, y acaso tenido la humildad de no pretender incidir en forma directa
sobre espacios que las nuevas generaciones comprenden mejor que nosotros,
optando – como en mi caso – por “embotellar manuscritos” en forma de poemas,
ensayos, o filmes, para arrojarlos al océano del futuro, posibilitando así que
ciertos legados perduren y se reinterpreten.
Provengo
de un hogar profundamente humanista. Crecí rodeado de lectores y gente que
narraba historias, frecuentando una biblioteca familiar nutrida por varias
generaciones, que cubría dos paredes y que acabo de donar a la Biblioteca Nacional.
También me tocó en suerte un período de la historia contemporánea tan
estimulante como la década del 60, sobre el cual no me explayaré dado el
profuso análisis del que viene siendo objeto en los últimos tiempos. Todo ello
alimentó en mí una imaginería tan exuberante como insumisa. Probablemente el
milagro que catalizó mi vocación creativa haya sido que me llevaron al cine muy
temprano. Ahora me resulta imposible reeditar las impresiones primigenias que
hubo de causarme enfrentar en plena oscuridad una pantalla enorme en la que no
habría de cobrar vida precisamente un actor de carne y hueso sino un enanito
dibujado. Aquello fue amor a primera vista. Creo que durante el colegio secundario
dediqué más tiempo a escaparme del aula para estudiar cine en forma autodidáctica
del que invertí en las materias del bachillerato cursado en mi bienamada
Escuela Superior de Bellas Artes platense. El resto fue imitar precariamente a
Hollywood con una cámara Súper 8, y comprender más adelante a duras penas que la
realidad también es dramatizable. Creo que por eso hago cine, y particularmente
documental, guardando lealtad a la definición del maestro John Grierson, que
caracterizara tal quehacer como “tratamiento
creativo de la realidad”. Me apasiona a cuánto habilita la segunda palabra
de esa idea.
Desde
que descubrí la capacidad multiplicadora de dicha herramienta produzco contenidos
audiovisuales autogestivos sin fines de lucro, destinados a promover debates
que no abundan en las agendas militantes.
ESPERANDO A SANDINO: En
un alto del rodaje, frente a una prisión somocista convertida en museo de la Revolución (León, Nicaragua)
¿QUÉ SIGNIFICA EL CINE EN
SU VIDA?
Casi todo. Creo más en el cine que en la propia existencia. Pero
no es muy original expresar eso. Al día siguiente de la primera exhibición
pública del Cinematógrafo Lumiere, el Diario Le Post publicó en primera plana
que el flamante descubrimiento permitía el “prolongamiento
de la vida en una pantalla”, idea que alguna vez retomó el mejicano Arturo
Ripstein en su filme “El Evangelio de las Maravillas”, sugiriendo que el cine
construye una cierta metáfora de la inmortalidad.
En mí se dan cita dos factores que potencian este punto de vista:
Haber sobrevivido a un genocidio y sentir un incontenible deseo de dar
testimonio. Acaso esa sea la causa última por la que soy tan fóbico al
tramiterío burocrático en pos de préstamos o subsidios, o al tráfico de
influencias. Ya que el cine es mi herramienta para la búsqueda de cierta verdad.
Sin esa catarsis me marchito, no estoy dispuesto a que nadie ajeno a mí le
imponga tema, formato, o plazo a mis películas.
EN BANDA: Con la primera formación de
Bersuit Vergarabat en la casa que por entonces alquilaba Juan Subirá
¿PORQUÉ LO EJERCE DE MANERA TAN
MARGINAL?
Eso
es consecuencia de lo anterior. Todos mis filmes son fruto de alguna
compulsión. Pago chico, Patria grande
nació de una profunda crisis de identidad que me condujo a buscar en la vecina
orilla del Plata las raíces familiares a través de la figura de mi abuelo
paterno viñatero, la personalidad masculina que más me influyó en la vida. Esperando a Sandino (http://www.dailymotion.com/video/xkn81x_esperando-a-sandino_news)
es producto de un impulso semejante, que en este caso me llevó a la tierra
adoptada por la hermana menor de mi madre, que casualmente es la de uno de los
revolucionarios más integrales de Nuestra América, el General Augusto César
Sandino, hijo bastardo de un terrateniente, indio, campesino, obrero, cuyo
legado cuenta, entre otros, con el mérito indeleble de haber desalojado a tiros
a los marines yanquis de nuestro continente durante la segunda década del Siglo
XX: En sintonía con los consejos de Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar,
este patriota nicaragüense trazó un camino emancipatorio absolutamente original
y prescindente de cualquier doctrina pre elaborada. Ese es uno de los rasgos con
los que más me identifico. En banda
(https://www.youtube.com/watch?v=WR_iesO5n7Q) encarnó la impostergable decisión
de interiorizarme sobre el mundo de mis hij@s, que durante la década neoliberal
encontraron su máxima referencia ética en el rock barrial. El Hereje (http://vimeo.com/16965130) nace de una experiencia
audiovisual que me supo a poco, realizada durante la segunda mitad de los 80s a
instancias de mi maestro Gerardo Vallejo,
y mediante la cual tomé contacto con uno de los pensadores populares vivos más
originales con que cuenta la
Argentina, el sicólogo social Alfredo Moffatt. Poco después
caería en mis manos un artículo del gran filósofo americanista Rodolfo Kusch,
que me abriría las puertas a la comprensión de una América Profunda,
experiencia que también me dejaría prendado por el deseo de profundizar en su
pensamiento, lo cual en buena medida se concretó a través del documental Hombre bebiendo luz (http://www.dailymotion.com/video/xup98y_poner-el-pie-en-la-huella-del-diablo_tech),
acaso el trabajo más oportuno que realicé, a juzgar por la sostenida demanda
que recibe de parte de los movimientos sociales de mi país. A continuación,
bastó con enterarme del reclamo de reapertura del Caso Pasolini, oportunamente
caratulado como asesinato producto de una riña entre homosexuales, para sumar
mi granito de arena al redimensionamiento de este gran poeta y cineasta boloñés.
Poco a poco, junto a los dos filmes anteriores se fue configurando un combo
basado en la originalidad y audacia de ciertas ideas contemporáneas: La de
quien, en plena época de reivindicación de los detenidos-desaparecidos en la
década del 70 aboga por los “desaparecidos sociales” que genera el modelo de
exclusión vigente; la de quien confrontó al “ser” cartesiano con el
“estar-siendo” de nuestros pueblos originarios; y la de quien, producto de su
infatigable consecuencia, llevó hasta las últimas consecuencias la conjunción
entre ética y estética, convirtiendo su propia vida en una obra de arte. Todo
ello compone mi Trilogía de los herejes.
Si me hubiera dedicado a mendigar recursos para llevarla a cabo acaso no me
hubiera alcanzado el tiempo biológico para concretarla. La humildad franciscana
de mi cine es producto de su irrefrenable deseo de existir.
EN BANDA: Estreno en el auditorio de la Universidad Nacional
de Quilmes con La QK
del Quía tocando en vivo
¿CONSIGUE SOCIOS QUE SE SUMEN A ESA
AVENTURA SIN COBRAR?
Sorprendentemente,
si. Modestia aparte, creo que una clave puede ser el hecho de que les resulto
un sujeto confiable. Hace poco me reuní con un talentoso ex estudiante
colombiano de mi cátedra de introducción al cine documental, que actualmente se
especializa en Europa y que se ha ofrecido de buen grado para hacer la Dirección de Fotografía
de mi próximo documental. En dicha ocasión, y conmovido por su despliegue de
generosidad, no resistí la tentación de preguntarle porqué estaba dispuesto a
colaborar desinteresadamente con mi proyecto. Y su respuesta no dejó lugar a
dudas: “Porque me parece muy honesto”.
Estoy convencido de que el máximo galardón para un maestro es ser testigo de
cómo lo supera su discípulo. Eso está sucediendo en este caso. Cada vez que
nuestro empeño se topa con algún obstáculo, Roberto Niño Betancourt – acaso
desde una cinefilia compartida – me junta los pedazos soltando frases tales
como “si Herzog pudo terminar
Fitzcarraldo, no veo por qué no podemos nosotros sacar esta”.
Llevo
cinco largometrajes realizados sin pagarle un centavo a ningún colaborador,
salvo en el ineludible caso de la post producción. Pero debo aclarar que no
profeso una filosofía que propenda a la gratuidad de tales servicios, ni mucho
menos me anima la intención de bastardear la condición de trabajadores de la
cultura que ostentan mis colaboradores. Sólo ocurre que estos se han visto
oportunamente consustanciados con mi tozuda voluntad de hacer cine contra
viento y marea, o como dice de su propia labor Alfredo Moffatt, “sin plata y sin permiso”. Siempre los
retribuyo simbólicamente con unas cuántas copias del filme que compartimos,
habilitándolos a manejarlo como dispongan; y – obviamente – nunca dejo de
cubrirles traslado y comidas, así como hospedaje cuando se trata de filmar en
una locación distante. En muchos casos he recurrido a músicos y artistas
plásticos con quienes comparto una militancia cultural, en consecuencia están
contestes de que mi producción cinematográfica no persigue afán de lucro sino
de problematización de cuestiones que interesan a la comunidad. Por supuesto
que respeto en sumo grado la decisión de colegas que prefieren avenirse a los
plazos y las mediaciones del INCAA pagando como corresponde a sus respectivos
equipos a la hora de acometer honestamente un filme previsto para su difusión
en el circuito comercial.
EL HEREJE:
Grabando en el dormitorio - estudio de Alfredo Moffatt con Guadalupe Haedo
PRODUCIENDO DE MANERA TAN TEMERARIA (AL
PUNTO DE PRESCINDIR DE CIERTAS INNOVACIONES TECNOLÓGICAS, PROPONER UN RITMO
EXPOSITIVO PASIBLE DE RESULTAR ALGO MOROSO ANTE LAS NUEVAS GENERACIONES HIJAS Y
NIETAS DEL ZAPPING, Y BUSCAR CIRCUITOS DE EXHIBICIÓN NO CONVENCIONALES), ¿NUNCA
SE HA SENTIDO COMO UN “LOBO ESTEPARIO” DEL SÉPTIMO ARTE?
Definitivamente.
No abundan realizadores tan obsesivamente independientes.
En
cuanto a la innovación tecnológica diré que me preocupo bastante por aggiornar estándares de rodaje. Así fue
como pasé de utilizar una video filmadora S - VHS a otra digital, y ahora me
avengo a rodar en HD. Pero no me obsesiona para nada contar con el último y más
sofisticado recurso que haya salido al mercado. Lo mío es contar historias. Y
desde la Poética
de Aristóteles hasta nuestros días estas suelen atenerse a una presentación,
una confrontación, y una resolución.
Tampoco
me desvela asimilarme a las nuevas tendencias expositivas que editan cualquier entrevista
haciendo auto zapping para seducir a
nuevas generaciones con escaso poder de concentración. Me queda claro que el
presente impone una lectura veloz, y que un timming
que respete la construcción del pensamiento del entrevistado hoy no está muy
bien visto. Pero en ese caso, entre el entrevistado y la moda, prefiero
respetar al entrevistado. Escuchar al otro me resulta como un ritual sagrado. A
menudo el entrevistado produce discursivamente su propio documental: El jefe
montonero Eduardo Pereira Rossi corrige constantemente al camarógrafo Andrés
Silvart, mientras este lo entrevista en París durante 1982 - poco antes de caer
asesinado en Argentina -, señalándole que no está dispuesto a escindir su toma
de conciencia política individual de la que va experimentando el pueblo en
lucha. En el docudrama “Homo Viator”, la hija del escritor detenido-desaparecido
Haroldo Conti en todo momento habla de su padre en tiempo presente. En mi
película “Hombre bebiendo luz”, el amauta Osvaldo Maidana - maestro de origen
omaguaca-atacamense - va descartando durante su alocución los vocablos de
origen occidental que no representan la cosmovisión de su comunidad. Interferir
ese proceso mediante la edición me parece un sacrilegio.
Respecto
de los circuitos de exhibición, estoy convencido de que el pensamiento al uso
en nuestra sociedad es el de la llamada clase media. Salvo honrosas
excepciones, incluso el llamado Nuevo Cine Argentino es un cine de clase media
para la clase media. No sólo por la extracción social de sus autores - origen
que en todo caso comparto -, sino por las problemáticas que generalmente
aborda. También contribuye el alto condicionamiento en materia de poder
adquisitivo que hoy impone al bolsillo del gran público el circuito comercial
de exhibición. De algún modo mis películas van en busca de sus destinatarios en
un aula de la Carrera
de Imagen y Sonido de la FADU,
en el Auditorio “Eva Perón” de ATE, en el Auditorio de la UNQui, en la Escuela de Cine de Santa
Fe, en el Centro Cultural Héctor Tizón de Jujuy, y lugares por el estilo. Sólo
he admitido cobrar una entrada económica cuando he logrado acceder al circuito
INCAA, caso en el que he destinado la recaudación a algún servicio social sobre
el que he trabajado o bien a amortizar parte de mi inversión.
Ese
esquema de trabajo hace que mis películas - al no tener una productora solvente
detrás y estar financiadas prácticamente por mi salario de docente, al que
siempre se suma el generoso aporte de especialistas en los distintos campos de
la actividad - sean apenas la maqueta de lo que en mejores condiciones podría
llegar a ser un buen filme. Pero dejo constancia que, pese a todas las
limitaciones consignadas, me afano por dotarlas del máximo nivel de dignidad
posible.
Humildemente,
me considero tributario del Nuevo Cine Latinoamericano, corriente que produjera
manifiestos estético-políticos capaces de echar luz sobre mis presupuestos de
trabajo, como “Por un cine imperfecto” (http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/images/trabajos/6923_22214.pdf)
del cubano Julio García Espinosa, “La estética del hambre” (http://70.32.114.117/gsdl/collect/revista/index/assoc/HASH0655/a0523bfd.dir/r41_14nota.pdf)
del brasileño Glauber Rocha, o “Hacia un Tercer Cine” (http://www.rua.ufscar.br/site/?p=3055)
de los compatriotas Solanas y Getino. Conocí muchas de sus producciones durante
mi adolescencia, en las mágicas veladas a cielo abierto del Teatro “Martín
Fierro”, ubicado sobre el lago del Paseo del Bosque platense. Algunas
verdaderamente emblemáticas, como “Sangre de cóndor” del boliviano Jorge
Sanjinés, “El chacal de Nahueltoro” del chileno Miguel Littin, o “Dios y el
diablo en la tierra del sol” otra vez de Glauber Rocha, ese maestro que nos
enseñó que “para hacer cine basta con una
idea y una cámara”. En 1986, con motivo de la inauguración de la Escuela de Cine de Tres
Mundos en San Antonio de los Baños (Cuba), tuve la oportunidad y el honor de
conocer personalmente a la mayoría de esos referentes, cuya obra dejó una marca
indeleble sobre mí, y con algunos de los cuales trabé una imperecedera amistad.
EL HEREJE: Parte del
equipo dialogando con el público al cabo de su estreno en el ArtePlex de
Constitución
FILMAR EN EL ALTIPLANO CON ESCASOS RECURSOS
SUENA UN TANTO ARRIESGADO, ¿CÓMO SE LAS ARREGLA PARA LLEVAR SEMEJANTE ESQUEMA
DE PRODUCCIÓN HACIA EUROPA?
Me
tiene aterrorizado y sin pegar un ojo. Estoy convencido de que tal empresa, con
la austeridad con que la concibo, es un despropósito. Pero está despertando
tamaño entusiasmo en mi círculo de colaboradores inmediatos que ya se ha
constituido en una patriada irreversible, circunstancia que me brinda la
invalorable posibilidad de poner en acto un antiguo deseo: El de estar a la
altura de uno de mis máximos referentes éticos y estéticos, como lo es Pier
Paolo Pasolini. Siempre he recurrido a determinados emergentes socioculturales
al efecto de - a la vez que rescatar su legado - expresar a partir de su
talento alguna idea-fuerza que me obsesiona. Ocurrió con Moffatt y la
degradación de la condición humana, con Kusch y la imperiosa necesidad de un
pensamiento situado, y debo confesar que acaso el de Pasolini sea el ejemplo más
autorreferencial, ya que - a distancia sideral de semejante intelectual -
también practico el ensayo, la poesía, el cine, y - cuando la circunstancia es
propicia - la militancia social, sintiendo frecuentemente, como a él le ocurría
en su época, una enorme dificultad para encajar en el molde que asigna a tales
disciplinas la sociedad de la que formo parte. Por ende, El Profeta (https://www.facebook.com/pages/El-Profeta-Un-documental-de-Jorge-Falcone/1418665248384894)
viene configurándose a la vez que como tributo a un legado intelectual
altamente subversivo y vigente, como reivindicación del salvataje que ha venido
ejerciendo el arte en general y el cine en particular en mi vida, permitiéndome
- a la par del amor cierto - sentir mientras lo practico que acaso exista una
felicidad posible, y que no todo consista en el horror.
Según
Sergio Citti, asistente de dirección de Pier Paolo Pasolini, durante el rodaje
de “El Decamerón”, el malogrado realizador seguía cámara en mano por detrás al
actor Franco Citti, cuando de pronto se le terminó el rollo de película. Tonino
delli Colli, su director de fotografía, le avisó “señor director, se quedó sin película”, a lo que aquel respondió -
extasiado - “no importa, no interrumpamos
este momento”. Yo me identifico plenamente con dicha actitud.
HOMBRE BEBIENDO LUZ: A punto de
grabar al minero Ángel Colque, camino a Cochinoca (Jujuy)
¿CUÁL ES EL PROPÓSITO ÚLTIMO DE SU
PRODUCCIÓN?
Acaso,
como lo hemos venido expresando desde el Movimiento de Documentalistas, dejar
la huella de mi mano sobre la pared de la caverna.
A
riesgo de que suene petulante, advierto que la media del pensamiento actual, al
menos en la latitud que me ha tocado en suerte, resuma mediocridad y falta de
audacia. Aunque parezca un tanto pretencioso, aspiro a que alguno de mis modestos
aportes funcione como una suerte de pedrada en la vidriera de este presente que
percibo tan gris.
HOMBRE BEBIENDO LUZ:
Pre estreno en el cine El Cairo de Rosario, con el amauta Alejandro Gallegos
Quispe
¿CUANTO DE LO QUE SE PROPUSO HA VENIDO
LOGRANDO?
En
general, y sobre todo desde que huí de la cárcel del “derecho de autor”, siento
que mis productos circulan y son satisfactoriamente apropiados. Dicha
circunstancia siempre me ha remitido a una estrofa de José Larralde: “Abro la boca y brota el sonido, y a veces
otro perro ladra conmigo”.
Conservo
la peregrina ilusión de que cuando me toque “cruzar el abra” y transite hacia
otra forma de existencia, mis hij@s revean aunque más no sea mi “Trilogía de
los Herejes” y consigan decirse “ahá:
esto es lo que papá vino a decir al mundo”.-