EL TERROR COMO SUBVERSIÓN
¿PUEDE UN CINE DESTINADO A ESPANTAR
AYUDAR SIMULTÁNEAMENTE A PENSAR?
Amo
el Séptimo Arte desde que tengo uso de razón. He sido cineclubista. Consumo
decenas de películas por mes, con un criterio bastante ecléctico, que va del
cine de autor más exquisito al fantástico más bizarro. Pero me apasiona
especialmente el cine de terror. Aún cuando se repitan, me llenan de adrenalina
sus rituales. Es más, lamento que todavía la crítica culta no le brinde la
consideración que muchos de sus productos merecen. Actualmente creo que los
míticos horrores de la Universal Pictures
o la Hammer Films
no le cortarían la respiración ni a Laura Ingalls, y que Bart Simpson exige
estos subproductos que vienen anestesiando la sensibilidad del público con
grandguiñolescas escenas de flagelación que harían palidecer al más sádico y
creativo verdugo de la
ESMA. Opino pues que, salvo honrosas excepciones - entre las
que mencionaría a Guillermo del Toro
- , el género ha extraviado la poesía que alguna vez le proporcionaron maestros
como Jacques Tourneur o John Carpenter.
Agrava
este panorama una compulsiva producción de remakes
acaso impuesta por la gran crisis del relato hollywoodense, así como por la
mediocre suposición de que en la era digital… todo lo que fue genial admite ser
mejorado. En tal contexto - es obvio - se debe hacer difícil para la crítica
moverse hacia una sala de estreno palpitando la amenaza de toparse con
pastiches llenos de clichés, como el architrillado relato del grupo de adolescentes
que huye de la tutela de sus mayores a fin de liberar los instintos sin
restricción alguna y toma el camino equivocado extraviándose en una región
boscosa hasta quedar sin gasolina a merced de endogámicos caníbales. Sin
embargo, hilando fino al efecto de separar la paja del trigo, hoy como ayer es
posible detectar perlitas que, aún bajo la apariencia de una matriz repetitiva,
no nos hablan de cucos de pacotilla ni proponen muertos que caminan sólo por
capricho del guionista. Esta nota rescata un par de esos ejemplos dignos de
atenta consideración, pertenecientes a dos momentos históricos distintos, pero
vinculados por la presencia ante cámaras del carismático actor Dennis Hooper (Easy Rider, Terciopelo
Azul, Apocalypse Now), y detrás de ella del legendario especialista en FX Tom Savini (La noche de los muertos
vivientes, Del crepúsculo al amanecer, Planet Terror)
Alguna
vez, bajo el imperio de un terror extracinematográfico como el que impuso el
Tercer Reich, el dramaturgo judeo-alemán Bertolt Brecht escribió un artículo
titulado Cinco obstáculos para decir la
verdad. Dicho texto comenzaba con las siguientes consideraciones, que me parece
pertinente refrescar como introducción al análisis de los filmes escogidos: “Quien hoy día
quiera luchar contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, tiene que
superar al menos cinco obstáculos. Debe tener el valor de escribir la verdad, a
pesar de que en todo sitio se reprima; la perspicacia de reconocerla, a pesar
de que en todo sitio se encubra; el arte de hacerla útil como un arma; el buen
criterio para elegir a aquellos en cuyas manos se haga efectiva; la astucia de
propagarla entre ellos. Estos escollos son considerables para aquellos que
escriben bajo el régimen fascista, pero también existen para aquellos que
fueron perseguidos o huyeron, e incluso para aquellos que escriben en los
países de la libertad burguesa”.
MASACRE EN EL INFIERNO, DE TOBE HOOPER (1986):
UNA EXCURSIÓN A LAS CATACUMBAS DE LA
ERA REAGAN
Como es de
público conocimiento, Texas ocupa la geografía político cultural más
conservadora del Gran País del Norte. Territorio de pasado esclavista que vio
cabalgar a sus anchas al siniestro Ku Kux Klan, guarda en su haber desde el
asesinato en Dallas del presidente John Fitzgerald Kennedy hasta la Masacre de Waco, en la que
sucumbieran numerosos fieles de la secta presidida por el fanático David
Koresh.
Se menta que en
dicha latitud también vivió el inspirador de varios asesinos seriales que
desfilaron por la pantalla grande. La película de culto La
Matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) esconde tras ella una
historia real que conmocionó a la sociedad norteamericana durante los años 60.
Horribles crímenes de mano del asesino Ed Gein quien inspiró ese popular film.
Esta serie de estremecedores descubrimientos han sido desde entonces materia de
inspiración para incontables historias de asesinos. El Buffalo Bill del
Silencio de los Inocentes, por ejemplo, tiene obvios orígenes en los
descubrimientos de la granja de Gein, siendo un sujeto que experimentaba placer
y morbo con la piel de sus victimas, con las que efectuaba enfermos rituales
travestis. El propio Robert Bloch se inspiró en Gein para la creación de Norman
Bates, el disfuncional sicópata llevado a la pantalla grande en Psicosis, de
Alfred Hitchcock.
Una de las películas que nos ocupa, The Texas
Chainsaw Massacre 2 (otra vez Tobe Hooper, ahora en 1986), traducida en medios
hispanos como Masacre en el Infierno, también reproduce parcialmente los hechos
de Plainfield, y a pesar de que no hay un personaje en ella que sea exactamente
Gein, varios aspectos recuerdan perfectamente la granja del carnicero en
cuestión. Esta cinta puso de nuevo en el panorama al monstruo de Wisconsin…
pero en un contexto diferente al original, y sobre el que todo indica que su
director deseaba reflexionar: El
gobierno de Estados Unidos presidido por Ronald Reagan
durante los años ochenta, se basó en las teorías propugnadas
entre otros por el Nobel de Economía, Milton Friedman,
y tuvo como objetivo central el dar el protagonismo económico a la iniciativa y
la acción individual frente al Estado.
En el
mencionado filme, la historia tiene lugar trece años después de los incidentes
de la primera película. Dos jóvenes recorren las carreteras de Texas divirtiéndose
desaforadamente. Llaman a una radio local para molestar a la conductora, Vantia
"Stretch" Brock (Caroline Williams).
Vuelven a llamar, pero esta vez Stretch no escucha las bromas de los jóvenes,
sólo sus gritos y el ruido de una motosierra.
Al día siguiente, la policía descubre que habrían sido atacados por el mismo asesino que mató a los
amigos de la protagonista de la primera película. En tanto, la conductora
radial y su operador técnico cubren la premiación anual a la preparación del
mejor chili picante de la región, que por segunda vez consecutiva recae sobre
un exponente de la familia Sawyer (apellido literalmente traducible como
“aserrador”), núcleo de cuentapropistas de la industria frigorífica que encarna
el mito del “self made man” tan caro
a la cultura que lo engendró. Aquí
comienza a configurarse la metáfora política que propone el director, la que
poco después confirmará que toda aquella comunidad de retrógradas e
intolerantes convicciones convive apaciblemente con respetables vecinos capaces
de faenar carne humana y convertirla en el alimento predilecto del lugar.
El
general "Lefty" Enright (Dennis Hopper),
tío de la primera víctima, decide buscar para vengarse a la ya famosa familia
de caníbales.
Entonces descubre que Stretch había grabado al asesinato de los jóvenes, y le
pide que ponga la grabación en la radio esa noche para que los asesinos se
asusten. Pero Bubba Sawyer (Bill Johnson) - el gigantón oligofrénico de la motosierra, más
conocido como Leatherface debido a su costumbre de cubrirse el rostro
deforme con la piel reseca arrancada de la cara de sus víctimas - junto a su
hermano Chop-Top (magistral e irrepetible Bill Moseley),
van a la radio para matar a quien transmitió eso. Para sorpresa de Stretch,
Leatherface no le hace daño… sino que se enamora de ella. La chica lo seguirá
hasta la guarida donde este y su hermano condujeron a su compañero, oculta bajo
los cimientos de un parque de atracciones abandonado, cayendo así en una trampa
que lleva a los dominios de la familia Sawyer. Lefty, que la ha usado como
señuelo, también llega hasta allí, listo para enfrentarse a Leatherface y su
familia. Finalmente Stretch consigue escapar y hiere con una motosierra a Chop
Top y a Leatherface, y éste junto a Drayton Sawyer (Jim Siedow) muere con la explosión de una
granada.
Justamente
es este último personaje el que - hasta el mencionado desenlace - se encarga de
mantener la imagen de normalidad de su siniestra familia, paradigma de la hipócrita moral republicana
imperante hacia el estreno del filme. A la hora de recibir su condecoración
culinaria, ovacionado por los lugareños
y consultado por el jurado sobre el peculiar sabor de su preparación,
Drayton explicará “El secreto está en la
carne. Y me viene de familia. Quiero decirles que adoro esta ciudad. Aquí se
aprecia la buena carne!”; expresión que parece proponer al espectador una
suerte de antropofagia colectivamente aceptada por omisión. Los argentinos
sabemos de esas cosas.
TIERRA DE LOS MUERTOS, DE GEORGE A.
ROMERO (2005):
ÚLTIMA ESCALA DEL CAPITALISMO SALVAJE (*)
En
esta ucronía del director de La noche de
los muertos vivientes, cuarta entrega de dicha saga, una
catástrofe inimaginable destruyó gran parte de la civilización humana. Como
viniera sucediendo desde el primer film, por una razón desconocida los
recientemente fallecidos han vuelto a la vida y comenzado a imitar los hábitos
y costumbres de los vivos: un miembro de la banda musical intenta soplar su corneta, una animadora
lleva sus pompones,
una pareja de muertos camina con las manos unidas... Estos "zombis" exceden en un número muy grande a los vivos.
Los remanentes de la humanidad han huido hacia una gran ciudad, donde se ha
arraigado un gobierno feudal. Esta se ha convertido en un refugio contra la amenaza
de los muertos vivientes, sin embargo se encuentra confinada a un costado por
un río y al otro por una barricada eléctrica. Fiddler's Green es el centro de
esta ciudad fortificada, torre inalcanzable donde viven en el lujo los ricos y
poderosos confortablemente guarecidos sobre el pomposo shopping de su planta baja, mientras que el resto de la humanidad
lo hace alrededor de ellos en la extrema pobreza.
Como
se podrá apreciar, aquí la metáfora política alusiva a la concentración de
riqueza producida por la globalización capitalista se expone de manera
panfletariamente más nítida que en el caso anterior.
Paul Kaufman (Dennis Hooper otra vez) gobierna esta ciudad con puño de hierro
y un poder abrumador. Para asegurar su forma de vida financia la construcción
del Dead Reckoning, un vehículo tipo tanque que puede
aventurarse hacia afuera con relativa facilidad. Riley Denbo, su diseñador y comandante, está a punto de retirarse
para ir a vivir lejos de allí. A diferencia de Kaufman, Riley es respetado por
los ciudadanos de la ciudad fortificada porque su trabajo los protege contra un
mundo peligroso. Sin embargo, después de una serie de incidentes, Riley es
encarcelado junto con su mejor amigo, Charlie Houk, un miembro del equipo del
Dead Reckoning quien tiene parte del rostro parcialmente quemado; y con Slack
(Asia Argento), una prostituta de la ciudad. Mientras tanto, Cholo De Mora (el carismático John Leguizamo),
el segundo en el comando del equipo de Dead Reckoning - representación del
guardia de seguridad chicano -, al ser traicionado por Kaufman quien le niega
la posibilidad de comprar un departamento en Fiddler's Green, se convierte en
un renegado. Y al ver sus sueños rotos, sale a las afueras de la ciudad para
vengarse. Amenaza con destruir Fiddler's Green usando los misiles del Dead
Reckoning a menos que se satisfagan sus demandas. Entonces Kaufman pide a Riley
detener a Cholo en su venganza. Este se va con sus compañeros y algunos
soldados especialmente entrenados. Al cabo logran encontrar a Cholo y recuperar
el Dead Reckoning, pero este y su compañero se van. Poco después, Cholo recibe
la mordedura de un zombi y sabiendo que va a convertirse en uno de ellos sigue
su camino solo, ya que quiere ver "cómo
es el mundo desde ese otro lado".
En
tanto, de entre las filas de los muertos vivientes se ha levantado un líder
harto de la prepotencia de los vivos. Es "Big Daddy" (posible continuación
del personaje de color que muere por error al finalizar la primer entrega de la
saga), empleado de una estación de servicio inusualmente despierto e
inteligente, quien enseña a sus
compañeros zombis cómo utilizar las armas de fuego
y superar algunas de las rudimentarias defensas humanas. Ellos están comenzando
a aprender, se adaptan, e incluso se comunican con quejidos roncos. Su líder,
munido de un fusil arrebatado a una de sus víctimas, a la manera de un
estrafalario Black Panther conduce una horda de zombis constituida por lisiados,
mujeres, ancianos y excluidos sociales de toda laya hacia un asalto masivo a la
ciudad humana en venganza por las constantes incursiones realizadas por el Dead
Reckoning, iniciando la carnicería en el centro de Fiddler's Green. Kaufman
contempla la caída de su reino, cuando los zombis superan a los seres humanos
en una masacre sangrienta y toman por completo la ciudad, entonces los seres
humanos descubren que las defensas usadas para mantener a los zombis fuera de
su ciudad se han convertido en las barreras que los mantienen dentro y les
impiden escapar.
Después
de recibir disparos de Kaufman, Big Daddy lo acorrala en venganza dentro de un
garaje subterráneo, donde este planeaba tomar un Lincoln Continental para huir. Big Daddy
encuentra el coche de Kaufman al lado de un surtidor de nafta, y en un momento
de revelación, comienza a bombearla dentro del auto a través de un agujero en
el parabrisas.
Satisfecho al parecer, se dirige afuera del garaje. Ahora convertido en un
muerto-vivo más, Cholo ha localizado a Kaufman. Se prepara para concretar su
venganza con una mordedura contagiosa. Sin embargo, Big Daddy no ha acabado y
pone de relieve su inteligencia de nuevo cuando hace rodar un neumático
quemado, como si fuera un cóctel molotov,
hacia el vehículo empapado de gasolina, generando una explosión que acaba con
Kaufman y Cholo.
A esta
altura, como aventurando un apocalipsis social no muy distante del presente que
compartimos, después de aniquilar a buena parte de la élite de la ciudad, los
zombis destruyen el sistema de clases creado por Kaufman, por lo que se nivelan
las diferencias sociales y ambos bandos, sobrevivientes subalternos y
muertos-vivos se disponen a reconstruir la civilización sin estorbarse.
Nada pues que traducir. Romero siempre ha sido un humanista, capaz de apelar a la figura del muerto-vivo para exponer desde el elocuente año 1968 su profunda preocupación por el destino al que nos conduce la sociedad de la que forma parte. El siguiente extracto de una entrevista concedida por este director con motivo del estreno de su entrega siguiente (Diario de los muertos) bastará para convencer a aquel lector que aún considere aventuradas las interpretaciones socio-políticas volcadas en esta nota: “Si la guerra de Vietnam está detrás de La noche de los muertos vivientes y Tierra de los muertos era sobre la era Bush, ésta es sobre YouTube y la explosión de los medios electrónicos” (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-9518-2008-03-16.html)
En
conclusión, resulta a todas luces falaz sostener que el cine de terror sólo es
“un servidor de pasado en copa nueva”
o un mero reproductor de trivialidades. Aguzando la mirada es posible detectar
joyitas donde las apariencias engañan. Allí los caníbales bien pueden parecerse
a quienes nos faenan a diario convirtiendo nuestra vida en una picadora de
carne, tanto como los zombis a “los condenados de la tierra”.-
JORGE FALCONE
(*) Mientras se escribía este artículo se estrenó el filme "Elysium", de Neill Blomkamp, realizador sudafricano que ya había sorprendido con el fuerte alegato contra la discriminación de su anterior filme, "Distrito 9". Si bien se trata de películas de sci fi (no terror), a la fecha consideramos que la mencionada en primer término expresa la "última escala del capitalismo salvaje" de manera aún más feroz que "Tierra de los muertos".
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