LA DISRUPTIVA IRRUPCIÓN DE EL OTRO
EN LOS NOTICIEROS ARGENTINOS
“algo monstruoso anida en lo real,
empezando por su carácter incontrolable”
Jean Breschand, “El Documental. La
otra cara del cine”. Editorial Paidós.
Durante el mes de octubre la opinión
pública argentina se vio conmocionada por un nuevo femicidio de los tantos que
viene acumulando la crónica roja nacional, revelando esta vez la intrincada
trama de un complot destinado a vengarse de ciertas personas que en el pasado
reciente habrían complicado la suerte del principal sospechoso: Araceli Ramos,
la joven de 19 años que desapareció cuando iba a una supuesta entrevista de
trabajo en un domicilio deshabitado en la localidad bonaerense de Caseros fue
filmada incriminando a terceros por el crimen que finalmente padeció. Tan
macabra circunstancia habilitó la aparición mediática de otra madre desgarrada
por el dolor. Esta vez lo novedoso no fue otra herida abierta en nuestro cuerpo social, sino una voz
bitonal, estridente… y portadora de verdades incómodas, que vino a resquebrajar
el tono monocorde con que los noticieros informan tanto sobre una
catástrofe natural como sobre el lanzamiento de la moda primavera-verano.
Origen positivista del arte de
documentar
Seguramente los hermanos Lumiére, registrando el arribo del tren a la estación de La Ciotat durante el último
quinquenio del siglo XIX, ignoraban que aquella toma efectuada sin previo aviso
a los viajantes que habría de inmortalizar estaba sentando las bases de lo que más
de veinte años después el sociólogo escocés John Grierson llamaría documental. Si bien esa mirada
cinematográfica contemporánea de las ciencias sociales - surgida como estas en
los países centrales, con una impronta de superioridad colonial - tuvo
antecedentes en el Diario de Viaje, acredita en su haber inmediatamente
posterior a la primer exhibición de imágenes cinéticas el reclutamiento de los
primeros corresponsales de misceláneas diversas que, compiladas en una misma
función, a la larga terminarían por convertirse en protonoticieros de
actualidades.
Evolución histórica de la mirada
documental
En efecto, el filme que se considera piedra basal del
documentalismo, “Nanook El Esquimal”, rodado en el Ártico durante 1922 por el
norteamericano Robert Flaherty, resuma
una mirada de superioridad por parte del realizador blanco, urbano y
universitario, sobre el “buen salvaje” a civilizar.
Entre las dos grandes contiendas bélicas del siglo pasado, más
claramente hacia el estrepitoso derrumbe moral de la humanidad al comprobarse
en Hiroshima y Nagasaki que la innovación tecnológica no sólo conduce al
progreso, con el corresponsal de guerra emerge una visión más empática con el
prójimo que sufre, instaurando para siempre el dilema ético irresuelto acerca
de abandonar la cámara ante el sufrimiento de un congénere o seguir
documentándolo como dura lección de lo que no debería repetirse nunca más. Ya
en 1937, durante el rodaje de “Tierra de España”, Joris Ivens, aquel holandés solidario con las más nobles causas,
tanto registraría los bombardeos falangistas sobre la población campesina de
Fuentedueña como también asistiría a los heridos.
Durante la década en que la juventud del planeta soñó tocar
el cielo con las manos proliferaron experiencias de co producción y co autoría entre documentalistas y
documentados. Tanto el Grupo “Dziga
Vertov”, fundado por Jean Luc Godard y Jean Pierre Gorin hacia el Mayo
Francés, comparte registros con los obreros que ocupan la automotriz Renault,
como el Grupo Cine Liberación de
Argentina, fundado por Fernando Ezequiel Solanas y Octavio Getino, integra a
sus filas trabajadores en resistencia contra el régimen de facto, así como
trama junto al pueblo una vasta red de distribución clandestina de sus
producciones.
Actualmente, tanto la mirada de superioridad –
afortunadamente en menor medida – como la de horizontalidad y la de delegación
de autoría en el protagonista social perduran y coexisten, de manera que ya no
resulta infrecuente que este encuentre el modo de expresarse por sí mismo.
El noticiero como antecedente del
documental
Como se expresara antes, ante la incontenible demanda de
dispositivos tomavistas que sobrevino a aquella mítica primer función
cinematográfica parisina celebrada el 28 de diciembre de 1895 en el Salón Hindú
del Boulevard de Capuchinos, sus desprevenidos responsables resolvieron hacerse
cargo del invento y ponerlo en valor enviando a sus camarógrafos a los más
diversos confines del planeta a registrar variedades generalmente exóticas, que
no tardaron en dar paso a los primeros testimonios de acontecimientos
trascendentes de la vida político-cultural de entonces, preludiando así a los
futuros noticieros cinematográficos, cuya matriz discursiva - hacia mediados
del siglo pasado - tomaría como referencia la TV mundial, incorporando a continuación recursos
propios del medio en ciernes. En nuestro país, entre 1920 y 1930 Cinematografía
Valle y Cinematografía Max Glûksmann realizaron una inmensa producción de
filmes documentales de propaganda institucional. Estas cintas – de las que hoy
se conserva una pequeña parte – atesoran valiosas imágenes del mundo “real”,
pedazos de historia viva de las que se nutre la iconografía nacional.
Impacto del modelo de exclusión
sobre el imaginario social
Sabido es que la exclusión social constituye un fenómeno
inherente al sistema capitalista que domina Occidente. En su obra canónica “Las
venas abiertas de América Latina”, Eduardo
Galeano escribió que “el desarrollo
es una nave con más náufragos que tripulantes”. Pero desde la zozobra del
socialismo real y la consolidación de la globalización imperial vigente, sus
nocivos efectos se manifiestan de manera cada vez más evidente en el escenario
de la vida cotidiana. Sobran ejemplos: En su ensayo “Escenas de la vida
posmoderna” la socióloga Beatriz Sarlo
sostiene que “Hoy, el Shopping opone a
este paisaje del ‘centro’ su propuesta de cápsula espacial acondicionada por la
estética del mercado”. Otro tanto expresa la gran proliferación de countrys y barrios privados, esa suerte
de nuevos feudos donde una clase social pudiente se refugia de las
consecuencias que en materia de seguridad produce el acceso desigual a la
producción y el consumo. Acaso no exista correlato mediático más elocuente de
lo que venimos describiendo que la sentencia “estás nominado”, condena contra
los ineptos para la supervivencia en condiciones de salvaje competencia,
decretada por los protagonistas de ese circo romano contemporáneo llamado “Gran
Hermano”. De un tiempo a esta parte, novedosas lacras como el bulling suman a esta desalentadora
muestra su cuota de desprecio y represalia contra el diferente y el débil. En
relación al hecho que nos ocupa, resulta proverbial que en la mayoría de
nuestros noticieros aún se propenda a la homogeneización icónica y verbal,
aboliendo cualquier arquetipo étnico reñido con el aceptado como promedio
urbano, así como todo acento originario de alguna región distante del centro
del país. No es extraño, por ende, que cuando “los condenados de la tierra”
consiguen eludir alguno de los condicionamientos propios del medio e imponerse
con toda su crudeza, como lo ha venido haciendo en varias oportunidades Griselda
González, madre de la asesinada Araceli Ramos, algo se desacomode en un ámbito
acostumbrado a la espectacularización de las noticias.
Tensiones entre noticiero y
documental
En su artículo “Mirando las noticias” el comunicólogo Oscar Landi escribía “Un telenoticioso es una secuencia agregativa de cuestiones que se van sucediendo
generalmente sin un orden temático: la política nacional, curiosidades, el
casamiento de una estrella internacional, los goles del campeonato italiano, un
reportaje, la concentración por la crotoxina, el comentario financiero, el vía
satélite de guerras desconocidas que no se sabe bien dónde quedan, cuándo
empezaron, etc., una inundación, la reunión cumbre en Ginebra, declaraciones
del Secretario General de la CGT,
etc., etc. Es como si una noticia anulara a la otra en un discurso plano que
depende del posible comentario que la acompañe o del énfasis en la lectura de
la noticia“.
Constituye un lugar común en el análisis de medios
diferenciar el pacto de lectura que demandan noticiero y documental (tanto
cinematográfico como televisivo) Sólo anotaremos que, mientras el uno apela a
la fragmentación informativa, el otro tiende a un abordaje holístico de los
temas. En tanto el primero comunica con fugacidad, el segundo desarrolla un
análisis. Si uno dispersa sus focos de atención, el otro los concentra. En consecuencia,
generalmente el primero termina produciendo alienación mientras que el segundo
se propone esclarecer.
En su libro “Quién te ha visto y quién TV”, el especialista Pablo Sirvén cita a un sonidista
anónimo del noticiero Nuevediario, quien revela varios tips del quehacer: “Una de las premisas que debe reunir una nota
de sensibilidad, llanto, tragedia, gritos, es mucha gente reunida alrededor de
una cámara. Este es uno de los requisitos básicos. Además es muy fácil de
lograr. La gente ve una cámara y se vuelve loca. Ponés una cámara en una
esquina y enseguida tenés a treinta personas. Hay cuatro o cinco periodistas
que saben remover todo muy bien y arman enseguida el despiole. Crean una
especie de sicosis colectiva. Primero se mueven las cámaras sin filmar. Hay una
situación equis de dolor. A alguien le han matado al hijo, o al hermano, por
ejemplo. La pregunta básica es entonces quién pudo haber sido, dónde vive ¿Cómo
es posible que ocurran cosas como estas? ¿Cómo permiten un asesinato así y no
hacen nada? Una vez que logran la ‘calentada’ general, van a buscar al tipo. La
escena se repite siempre; es el esquema. (…) Después en la isla se compagina
todo y salen sólo los momentos culminantes. Por ejemplo, cuando se pelean la
familia del asesinado con el presunto asesino”.
La socióloga boliviana Silvia
Rivera Cusicanqui, en su reflexión sobre prácticas y discursos
descolonizadores, agrega “Los discursos
públicos se convirtieron en formas de no decir. Y este universo de significados
y nociones no dichas, de creencias en la jerarquía racial y en la desigualdad
inherente de los seres humanos, va incubándose en el sentido común, y estalla
de vez en cuando, de modo catártico e irracional”. Si bien estamos
habituados al anestesiamiento del dolor y a la subalternización recurrente de
nuestro prójimo en desgracia, de tanto en tanto – como en este caso – aparece un
otro incapaz de someterse al condicionamiento de la maquinaria informativa y
nos hiere los oídos con un discurso sin mediación alguna, probablemente
efímero, pero portador de verdades tan demoledoras como ineludibles: “Yo no necesito un sicólogo, necesito a mi
hija”, “Vinader llamó a mi hija cinco
veces, y le hacía promesas de trabajo, como… - cómo te puedo decir? - como las
promesas que hace un diputado”, “Si
no va con perpetua a una cárcel de alta seguridad, yo lo busco”. Este tipo
de “accidentes” interpela el sentido común de una clase media capaz de aceptar
el fin del mundo mientras ella sobreviva.-
JORGE FALCONE
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