CONTRA ALGUNOS MITOS
ACEPTADOS
ACRÍTICAMENTE POR BUENA PARTE DEL
CAMPO POPULAR
La dilación de las grandes potencias para frenar el
calentamiento global en la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático,
el avance de Marie Le Pen en las elecciones regionales de una Francia
fascistizada ante la proliferación de refugiados y el asedio de E.I., así como las ofensivas
conservadoras en Venezuela y Argentina hablan de una insuficiente capacidad de
los pueblos para consolidar sus conquistas. El capitalismo transita su crisis
dando zarpazos de león herido. En un escenario de lucha social creciente, se
impone sacar conclusiones sobre la experiencia acumulada por l@s argentin@s durante
este primer tramo del Siglo XXI, a los efectos de evitar reveses capaces de seguir
obstaculizando el camino hacia la liberación.
“El modelo de la
última década acentuó los desequilibrios estructurales del capitalismo
argentino. Mantuvo una política impositiva regresiva, afianzó la primarización
sojera, agravó el extractivismo minero-petrolero y perpetuó la estructura
industrial concentrada. Otorgó, además, grandes subvenciones a los
“capitalistas amigos” (Cirigliano, Báez, dueños de Cresta Roja) que impidieron
modificar los pilares de la desigualdad social.
Es imprescindible
romper el corset de dos alternativas capitalistas como único programa para la
Argentina. Si sólo hay campanas neoliberales y neo-desarrollistas con disputas
entre ortodoxos y heterodoxos, el país está condenado a un recambio cíclico de
unos por otros. Construir una economía productiva al servicio de las mayorías
populares exige transitar por otro camino”.
Claudio Katz
Contra el mito del
carácter homogéneo
de los procesos
populares en América Latina
Quienes tuvimos
oportunidad de aportar in situ
nuestro granito de arena a la incipiente Revolución Bolivariana manteniendo un
espíritu crítico respecto al modelo neo desarrollista que simultáneamente
despuntaba en la Argentina, fuimos testigos de cómo se iba instalando un relato
continental de mutua conveniencia (en Venezuela para evitar el aislamiento y en
nuestro país para barnizar de progresismo el proceso de acumulación por
desposesión en curso) tendiente a igualar los propósitos de fenómenos políticos
claramente diferentes. En efecto, así como en la Patria de Bolívar germinaba un
verdadero poder popular crecido desde las bases insurrectas durante el Caracazo
- y en Bolivia las mayorías indias y mestizas protagonizaban un ascenso
semejante al cabo de siglos de humillación y castigo -, aquí el sistema
colapsaba asediado por un nuevo y brioso movimiento social que no tardó en ser
asimilado por un reciclaje institucional destinado a restaurar la
gobernabilidad arrebatando muchas de sus banderas para neutralizar aquel
potencial subversivo. Hoy la perspectiva
histórica permite objetivar que si en los últimos años se vivió un auge de
conquistas populares en la región, la proa de dicha nave fue indudablemente ese
patriota visionario llamado Hugo Rafael Chávez Frías, acaso el estadista que
más bregó por el todo trascendiendo su parte, infrecuente cualidad que cada vez
torna más verosímil la posibilidad de su eliminación por parte del Imperio.
Contra el mito del
desarrollo
“El desarrollo es un
barco con más náufragos que tripulantes”
Eduardo Galeano,
“Las venas abiertas
de América Latina”
Curiosamente, pese a
los litros de tinta vertidos al respecto por los más lúcidos y escarmentados
analistas del mundo periférico, una nueva generación de jóvenes argentinos
enamorados de la política durante la última década quedó atrapada en las redes
de un discurso que llegó a la histórica disyuntiva de nuestro primer ballotage presidencial afrontando
falazmente la confrontación entre dos modelos supuestamente contrapuestos, cuya
opción “más popular” enarboló desembozadamente la alternativa del “desarrollo”
como bandera del cambio necesario: Sólo la aniquilación de una conciencia
crítica acumulada durante años de lucha, perpetrada por los genocidas y
resignada por adultos renegados de las grandes utopías humanas explica que no
haya podido evitarse tamaña estafa. Nunca está de más recordar que, mientras
los neoliberales y keynesianos centran sus análisis en temas unilaterales o
concretos, el pensamiento crítico asume que hay estructuras internacionales que
llevan a la desigualdad social. Como se sabe, según la Teoría de la Dependencia
existe un norte o centro que acumula riquezas e innova en
tecnología pero a costa de explotar al sur o periferia
que carece de tales posibilidades por imposición de los países ricos, perpetuando
así un desarrollo asimétrico. La
filosofía desarrollista se sustenta pues en la ilusión de un progreso ilimitado
basado en la explotación suicida de los recursos naturales. Cabe pues a los
pueblos echar mano a su inventiva para ensayar vías diferentes a la del
capitalismo. Dichos postulados constituyen la principal crítica a la Globalización Imperial.
Contra el mito de un
Estado garante del empoderamiento popular
Las primeras
organizaciones sociales co protagonistas del “Argentinazo” de 2001 que
sucumbieron al espejismo de una “segunda oportunidad histórica para la
Generación del 70” se dejaron cooptar bajo el justificativo de que a partir de
2003 había un “Estado en disputa” y proponiéndose jugar el rol de una izquierda
dispuesta a radicalizar las propuestas del gobierno en ciernes. Visto que
alguna vez hicieron gala de su poder de movilización bajo la denominación de
Unidos y Organizados, y considerando la pobreza política franciscana expresada
por la disyuntiva terminal Scioli o Macri, tenemos derecho a pensar que no
pusieron demasiado énfasis en su objetivo original… o resolvieron cortar camino
hacia un bienestar individual dedicándose a forrarse para cuando volviese el
tiempo de las vacas flacas. Hoy más que
nunca cobra vigencia entonces la sentencia de Evita cuando afirmaba que “sólo
el pueblo salvará al pueblo”, idea que obliga a revisar profundamente ese lugar
común entre numerosas fuerzas del campo popular propensas a sufrir cierto
complejo de inferioridad cuando no cuentan con sustantivas porciones de poder
institucional en los estamentos del Estado, toda vez que sobran experiencias
exitosas de autogobierno popular - comisiones internas independientes de las burocracias
sindicales o empresas gestionadas por sus trabajadores - capaces de demostrar
que el mentado poder no depende exclusivamente de hacerse con las herramientas
creadas por el propio sistema a fin de perpetuarse.
Contra el mito de que
el bienestar de una sociedad depende del consumo
“Qué consumo queremos es una gran pregunta, y
creo que podemos decir a la gente: miren, no estamos en contra del consumo,
estamos a favor del buen consumo: comida limpia, sana y buena en lugar de
comida chatarra, menos tiempo de transporte, mayor proximidad del trabajo a la
residencia, rediseño urbano”
David Harvey
La posmodernidad ha
generado un espacio complejo en el devenir de la existencia humana, básicamente
por la desmedida valoración del consumo, acarreando con ello insatisfacción en
términos políticos, sociales y filosóficos, lo que ha conducido a una puesta en
cuestión de la búsqueda del bienestar y la felicidad. Ambos términos
representan una condición indudablemente positiva y deseada por la humanidad.
El mundo globalizado ha tenido como estandarte del bienestar de las naciones un
parámetro macroeconómico conocido como Producto Bruto Interno (PBI), el cual
cada vez resulta más obsoleto, dando paso a nuevos paradigmas, en mayor armonía
con el planeta, como el estatuto del Buen Vivir de los pueblos andinos.
En Argentina, durante
la llamada “Década ganada” se ha repetido hasta el cansancio que el “círculo
virtuoso” de la producción y el consumo garantiza el bienestar social… sin
embargo el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz - alguna vez referente de
la dirigencia que sostuvo el postulado en cuestión - afirma que “El Producto Bruto Interno (PBI) sólo
compensa a los gobiernos que aumentan la producción material. […] No mide
adecuadamente los cambios que afectan al bienestar, ni permite comparar
correctamente el bienestar de diferentes países […] no toma en cuenta la
degradación del medio ambiente ni la desaparición de los recursos naturales a
la hora de cuantificar el crecimiento. […] esto se verifica particularmente en Estados Unidos, donde el PBI ha aumentado
más, pero en realidad gran número de personas no tienen la impresión de vivir
mejor ya que sufren la constante caída de sus ingresos”.
Contra el mito de la
unidad del peronismo
En un país signado
desde hace 70 años por el fenómeno político-social que emergió a la vida pública
el 17 de octubre de 1945 proporcionando una identidad al movimiento obrero
organizado, cuyas dos últimas incursiones en el gobierno - una de corte neo
liberal y otra neo desarrollista - parecen constituir las excrecencias y
estertores de aquel potencial subversivo original, una visión en perspectiva parecería
indicar que, cualesquiera que vayan a ser sus posibles reciclajes de
ahora en más, el ciclo histórico de su mayor capacidad de producir
transformaciones profundas se ha cumplido, y sólo cabría esperar la confluencia
de su más cara tradición plebeya de lucha en la nueva alternativa que en
adelante sean capaces de forjar los trabajadores y el pueblo en general. De constatarse
tal hipótesis, la trajinada unidad del peronismo (alguna vez compuesto por su
tronco ortodoxo, el liberal-socialdemócrata, y el combativo… blanco de las más
salvajes represalias desde adentro y de afuera) terminará reduciéndose a la
utopía corporativa y reaccionaria de una burocracia política y gremial
acostumbrada - como el resto de nuestra clase dirigente - a vivir de rentas a
expensas del Estado. Constituye pues una
responsabilidad indelegable de las mejores experiencias del campo popular canalizar
generosamente el desencanto de multitud de jóvenes que durante los últimos años aspiraron genuinamente a
protagonizar un cambio social de fondo, para que dicho caudal no sucumba a los
pies de una dirigencia ajena a toda capacidad de autocrítica que, disfrazada de
progresista, ya viene urdiendo la nueva encerrona conducente a bregar por el
“retorno triunfal” de un modelo a todas luces fracasado: En todo caso, deberán
afrontar su responsabilidad ante la historia quienes en las actuales
circunstancias sacrifiquen a su militancia tras el espejismo neo desarrollista.
Contra el mito de la
humanización del capital
“La furia
de la acumulación capitalista ha alcanzado los niveles más altos de su
historia. Prácticamente el 1% de la población rica mundial controla cerca del
90% de toda la riqueza. 85
opulentos, según la seria ONG Oxfam Intermón, tenían en 2014 el mismo dinero
que 3,5 mil millones de pobres en el mundo. El grado de irracionalidad y
también de inhumanidad hablan por sí mismos. Vivimos tiempos de barbarie
explícita”.
Leonardo
Boff
Otro lugar común en
que ha incurrido la dirigencia que rigiera el destino nacional durante los
últimos años - no por ridículo indigno de revisión - ha sido el de pretender
ejercer un “capitalismo en serio”… cómo si dicho sistema probadamente predador
de nuestra especie y su hábitat guardara desde su origen alguna fórmula
inaplicada aún y capaz de conducir al bienestar general de la sociedad. La
quimera del Comercio Justo como vía para poner fin a la expoliación de los
pueblos del mundo periférico tampoco resiste un análisis riguroso. No sólo
porque los grandes flujos del comercio internacional continuarían dominados por
las grandes empresas transnacionales sino también porque el intercambio
desigual entre países tiene una base objetiva que no puede ser modificada con
voluntarismo. En realidad es el mismo proceso el que se da entre países que el
que ocurre dentro de un país: las ramas y empresas de mayor concentración de
capital establecen un intercambio desigual, "injusto", con los
sectores y empresas menos monopolizados, menos concentrados, donde la inversión
en mano de obra es comparativamente mucho mayor. Una parte fundamental del excedente generado en estos sectores va a
parar a las ramas y empresas con el capital altamente concentrado. Bajo la
producción mercantil capitalista no podemos esperar otro resultado. No por
repetido resulta ocioso señalar que es este mismo proceso de intercambio
desigual el que ocurre entre los países imperialistas del centro y los países
dominados de la periferia. Es esta diferencia entre sus estructuras económicas
la que provoca la dependencia y el intercambio desigual. Y mientras exista el
imperialismo así continuará siendo.
Las fórmulas para
“ennoblecer” el sistema y poner fin a sus abusos parecen intentos de oscurecer el océano arrojando un
tintero. En la base de su utopismo se encuentra una importante confusión: la de
pensar que se puede separar artificialmente el modo de producción y el modo de
distribución capitalistas, que puede haber una mejor distribución de la riqueza
reformando el capitalismo, es decir, manteniendo su modo de producción, ya que
el modo de distribución es consecuencia del modo de producción y que no hay manera alguna de establecer un modo
de distribución justo sin suprimir el modo de producción capitalista, lo que
nos lleva de lleno al problema del poder político, sin cuya gestación no habrá
transformación social.
Durante la transición
democrática en nuestro país, el programa televisivo sabatino Función Privada
acostumbraba a exhibir cortometrajes antes del largometraje escogido para cada
emisión. En uno de ellos, de factura nacional, un sujeto represaliado por la
dictadura mantenía a un torturador en cautiverio en un chalet del Tigre,
cavilando entre ejecutarlo o no. La decisión de perdonarle la vida sorprende al protagonista siendo reducido por
el verdugo, que termina por eliminarlo. La moraleja de dicho relato viene como anillo al dedo para concluir que la acumulación de fuerzas por parte del campo popular debe
servir para consolidar irreversiblemente sus conquistas descreyendo aún del más
seductor canto de sirena populista emanado de un sistema económico que a lo
largo de la historia ha ofrecido sobradas pruebas de conducir a la infelicidad y
postración de la humanidad.-
JORGE FALCONE
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