MILITAR EN EL SIGLO
XXI
por Lucas
Vázquez
¿En
este momento está militando en alguna causa o partido político? ¿Cuál?
Mi formación política se
produjo en el peronismo. Hoy me siento un nacionalista revolucionario sin referencia
orgánica y convencido de que en nuestro país y el mundo se torna imperioso
construir una alternativa política ajena al capitalismo, que ha demostrado con
creces el carácter infame de todas sus variantes. Por ende, me paro
absolutamente por fuera de las reglas de juego con que el sistema imperante
prorroga su vigencia. Y una de ellas es la estrategia demoliberal electoralista
que domina la agenda actual de l@s argentin@s. En consecuencia, debo expresar
que - de momento - mi intervención pública se limita a la producción
autogestiva de bienes culturales destinados a enriquecer un debate de fondo en
el campo popular.
¿Cómo
ve a la juventud militante de esta época? Al seguir muy de cerca la militancia
desde hace muchos años, ¿qué diferencia advierte entre la actual y la de los
años 80 y 90?
Creo que la historia de
nuestro país es pródiga en ejemplos del potencial heroico de su juventud. Sin
remontarnos necesariamente a las guerras de independencia, en los años 70 se
produjo una eclosión generacional que puso de manifiesto un enorme anhelo de
transformación social, la recuperación del orden constitucional también dio
cuenta de un vasto contingente de pibes que recurriendo a formas menos
tradicionales de participación (como la defensa de los DDHH o el rock barrial)
se afanó por consolidar el Estado de Derecho, y más recientemente - hacia la
crisis del 2001 - a lo largo y ancho del país quedaron en el camino muchos
chicos peleando por una democracia
directa que no se limitase a la burocrática gestión parlamentaria. De manera
que siempre resulta auspicioso el protagonismo de los jóvenes. No obstante, la
esmerada ingeniería represiva perpetrada por los genocidas entre 1976 y 1983
(no está de más recordar que a los militantes Pereira Rossi y Cambiasso los
ejecutaron sumariamente el 14 de mayo de ese último año de dictadura) dejó como
saldo - entre otras cosas - una significativa pérdida de pensamiento crítico y
perspectivas estratégicas. Me atrevería a afirmar que la clave del posibilismo ideológico imperante consiste en no debatir el
poder real. Es de esperar que al calor de las luchas en curso y por venir
se vaya revirtiendo semejante carencia.
¿Por
qué cree usted que hay partidos políticos como el Frente para la Victoria, que
tienen militantes mucho más jóvenes que - por ejemplo - la Unión Cívica
Radical?
Entiendo que el oficialismo
ha sabido interpretar mejor que otras fuerzas aquel ultimátum del “Que se vayan
todos”, ofreciéndole a los jóvenes un cauce de participación alimentado - a mi
criterio, más desde el gesto que desde la acción consecuente - por el
enarbolamiento de las más caras banderas de lucha de nuestro pueblo.
Esta militancia que vemos hoy en día, ¿es el fruto
de la militancia de los 70 y 80?
Toda experiencia de lucha es
acumulativa, pese a que en algunos clivajes de la historia pueda
descapitalizarse. Más de tres décadas de formalidad democrática contribuyen a
que algunos debates imprescindibles, no siempre canalizados mediante los medios
masivos, se estén llevando a cabo. Por ejemplo el que propone el neo ruralismo
instando a revisar las concepciones setentistas de Reforma Agraria ya no sólo
planteando desmonopolizar el acceso a la tierra sino cuestionando también el
modelo productivo con que se la ha de trabajar, o el que impulsa el sindicalismo
combativo reclamando paritarias sin techo, o el que demanda el guevarismo al
F.I.T. instándolo a que se abra a la participación de otras fuerzas
socialistas.
¿Qué
lleva a los jóvenes a verse tan identificados con una figura o proyecto
político a tal punto de dar su vida por ese proyecto y esas convicciones?
Afortunadamente la situación
que atraviesa nuestro país, más que dar la vida, en todo caso reclama a los jóvenes
invertirla en un proyecto que valga la pena. Lo demás consiste en una
característica idiosincrática que está en el ADN de Nuestra América, y algunos
analistas definen como “caudillismo”. Tan es así que experiencias de poder
colegiado como la ensayada por el sandinismo en 1979 no echaron raíces
profundas, al punto que uno de los más originales y promisorios procesos regionales
contemporáneos, como la Revolución Popular Bolivariana, aún tampoco logró
superar esa matriz de liderazgo unipersonal carismático, con las consecuencias
que son de dominio público desde la dudosa muerte de su inspirador.
¿Qué
críticas les haría a los jóvenes militantes y qué virtudes le encuentra a esta
nueva generación?
Haber luchado y ser mayor no
habilita a criticar a quien cree de buena fe en un proyecto. La última gran
oleada militante de nuestro país - que no sólo se referencia en el oficialismo
- exhibe una gran mística de cambio. Descuento que la lucha popular en cada
frente que lo demande y un riguroso estudio de las ciencias sociales contribuirá
a que vaya derribando falsos mitos y abrazando causas cada vez más genuinas e
impostergables.
¿Cómo
ve usted que niños de 14 o 12 años ya estén dentro del mundo de la militancia
política?
Lo concibo como un progreso
sumamente enriquecedor de la vida política y social. En condiciones de
posibilidad, una criatura sobreestimulada por la vertiginosa innovación
tecnológica que propone el Siglo XXI llega a esa edad con un nivel diferente de
maduración que el que se adquiría en el pasado. Obviamente, no me refiero a una
infancia tempranamente descerebrada por el hambre, lo cual supone otro tipo de
consideraciones, como el impostergable desafío de reducir la enorme brecha
entre incluidos y excluidos existente en el mundo atroz que nos toca vivir.
En
una entrevista anterior, una militante de “La Cámpora” me habló de “adoctrinar
a los niños para que sigan los valores de sus padres” ¿Está de acuerdo con esta
idea de “adoctrinamiento”?
Supongo que dicha joven
adheriría a la idea de que el kirchnerismo es la segunda oportunidad histórica
que se le ofrece a la generación a la que pertenezco para materializar los
sueños truncados con el golpe de 1976. No acuerdo con semejante falacia. A mi
modesto entender, el kirchnerismo es el garante de la gobernabilidad que el
capitalismo global precisa para administrar la Argentina sin mayores
contratiempos. De ahí en más, cada uno debe hacerse cargo de cómo formar a sus
hij@s menores de edad en un ideario decolonial y verdaderamente liberador, o en
una cómoda prórroga de la genuflexión ante el poder.
¿Está
de acuerdo con el término utilizado por algunos militantes que se definen como
soldados de un proyecto o de un personaje en particular?
En un contexto ajeno a la
rebelión colectiva, no veo ninguna necesidad de apelar a terminologías bélicas,
sobre cuyo uso - por otra parte - nuestro pueblo ha demostrado carecer de todo
prejuicio cada vez que se ha plantado y dicho “basta”.
La
militancia es algo necesario para la política, pero ¿no cree usted que el
fanatismo o la idolatría por los políticos le hacen mal a esta joven
militancia, ya que no le deja ver los errores o no se permite hacer críticas a
estos personajes?
Establezco una nítida
diferencia entre fanatismo (que, si fuera especialista en la materia, acaso
podría atribuirle a la milicia ISIS o al grupo integrista Boko Haram) y pasión
(sentimiento más propio de las militancias populares de nuestras latitudes)
Y ya me he expedido antes
respecto a la preocupante escasez de pensamiento crítico en esta era de miseria
de las ideas, donde ante espejismos efímeros que proponen humanizar el capitalismo - como
“Podemos” en España o “Syriza” en Grecia -, uno de los pocos fenómenos
político-sociales digno de atención parecería ser el que vienen protagonizando
las mujeres kurdas.-
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