EL MARKETINERO NEGOCIO
DE ENSUCIAR A LOS MONTONEROS
Durante
el Juicio a las Juntas, los testigos se presentaban como miembros de
organizaciones de superficie, ajenos a la actividad armada. Era natural ese
comportamiento porque el sistema democrático era frágil, los militares
conservaban el poder, y todavía costaba imaginar que en los siguientes treinta
años perduraría la democracia. Existía temor, desconfianza, recelo.
Sabemos
que en el ejercicio de la memoria siempre aparecen las necesidades del
presente. En 1985 era legítimo renegar de un pasado revolucionario y “mostrar”
apenas una faz de la militancia. Aquel presente lo imponía. Hoy ya no tenemos
ese condicionamiento y podemos asumir quiénes fuimos, quiénes fueron.
Sergio Bufano
Periodista y escritor. Director de la revista Lucha Armada.
Página 12, Martes, 24 de junio de 2014
Para saldar las
cuentas del martirio, hay que aclarar las aguas.
Armando
Tejada Gómez
Algunas consideraciones
para precisar el propósito de estas reflexiones
¿Recuperó un país desmadrado su gobernabilidad hacia 2003
gracias a Néstor Carlos Kirchner? Entendemos que sí. ¿Fue esto a la vez un
reciclaje del sistema capitalista dependiente apelando a ropajes progresistas,
como ocurriría simultáneamente en toda la región? Creemos que, a la luz de los
hechos, salta a la vista. ¿Hubo ex montoneros que, como ocurriese en gobiernos
anteriores - pero en mucha mayor medida -, se integraron al oficialismo durante
la llamada “Década Ganada”? Resulta incontrastable. ¿Ha sido pues el
kirchnerista, como pretendiera cierta oposición oportunista (y la clase
dominante desde 2003), un “gobierno montonero”? Estamos convencidos de que no,
toda vez que dicha organización se disolvió en los albores de los 90s, tras el
indulto a su máximo referente, al cabo de lo cual una porción de la diáspora se
fue integrando a la democracia formal en sucesivas oportunidades, y otra - más numerosa de lo que se sabe o supone
- se volcó al trabajo político, social, y cultural, manteniéndose al margen de
burocracias políticas o gremiales y salvaguardando un pensamiento crítico que
eludió prebendas y comodidades.
No obstante, en el afán de realizar la alquimia de
cooptar los méritos de aquella apuesta a todo o nada guardando para sí la
sensatez de los reflexivos y reservando el mote de aparatistas y “fierreros”
para quienes seguimos reivindicando el derecho a resistir contra la opresión
por cualquier medio, el progresismo no se ha privado de contribuir a la
instalación de abordajes de la historia contemporánea que poco aportan a echar
luz sobre el rol que buena parte de una
generación jugó durante los años de plomo.
Así, hemos leído últimamente versiones antojadizas de la
experiencia que nos tocó vivir, como la novela “Timote”, basada en el secuestro y ejecución del General Aramburu a
cargo de Montoneros, donde José Pablo
Feinmann - probablemente amparándose en la más irresponsable licencia
literaria - pretende que el sino maldito que acompañaría a dicha fuerza desde
entonces residiría en la competencia que Mario Firmenich - descripto en el
texto de marras como el “Manolito” de Mafalda -
habría sostenido con Fernando Abal Medina para disputarle el amor de
Norma Arrostito, concluyendo que el incidente de William Morris que se cobró la
vida del fundador de la organización dejó expedito el camino para la jefatura
del más mediocre: Verbigracia, este doctor en economía que obtuviera su título cum laude de manos del actualmente
cotizado Joseph Stiglitz, dedicándose a continuación a la docencia
universitaria, tras asumir públicamente todas sus responsabilidades ejerciendo
su propia defensa durante casi siete años de cárcel en democracia, y
manteniéndose al margen de la política nacional durante los últimos doce, pese
a las muchas mentiras que circularon en su nombre. Paupérrimo legado entonces para futuras
generaciones el de quien - acaso llevado por anquilosados resentimientos - tan
ligeramente describe la historia de nuestro tiempo.
Otro tanto procura el libro “El largo adiós de los
Montoneros”, del periodista Alejandro
Tarruela, valiéndose de la ya mencionada presencia de algunos ex cuadros
montoneros en la función pública (Kunkel, Gullo, Pérsico) para demostrar la
insostenible tesis acerca de que la era política que hoy se afana por evitar su
canto del cisne constituye el último acto de aquella organización (y no de sus
conversos), aggiornada al Siglo XXI: Prohijar los agronegocios para consolidar
el modelo colonial (!)
¿Recuerdos del
futuro?
El fenómeno bautizado como “fin de ciclo” por la prensa
monopólica, hoy permite advertir los primeros síntomas de un rebrote reaccionario,
ejemplificable desde el espacio
mediático mediante un Adrián Suar que impugna antedatadamente a los actores y
actrices comprometidos con el modelo en curso, o un Mariano Grondona que se
apresura a reclamar públicamente un escrache capaz de avergonzar ante sus hij@s
a cada funcionari@ K. Desde los márgenes de la política se van alzando otras
voces virulentas y revanchistas, dispuestas a contrarrestar el acrítico relato
vigente de “una juventud setenista abnegada que se sacrificó por sus ideales”,
con un contra-relato destinado a estigmatizar como inhumanos y venales a
cuantos seguramente no dejamos de cometer significativos errores en nuestro accionar, pero siempre poniendo el cuerpo para
frenar el embate devastador del capitalismo salvaje.
Un consecuente proveedor de “pescado podrido” para que la Justicia actúe contra los luchadores de otrora es el escriba
Ceferino Reato. Su libro “Operación Traviata” retoma la
investigación del polémico Caso Rucci apuntando a transformarlo en crimen de
lesa humanidad. A propósito de dicha ejecución, perpetrada en democracia y poco
antes que recuperara su investidura presidencial el General Perón - que
valoraba al muerto como a un hijo, y puntal imprescindible del Pacto Social en
ciernes - nunca es tarde para repetir que se
trató de una barbaridad política seguramente emanada de sectores populares antiburocráticos
que caracterizaban al sindicalismo metalúrgico como vandorista y por ende
propenso a defraudar el mandato de las mayorías, y que un hecho semejante
instaló un manto de sospecha sobre Montoneros, que cometió el grave error de no
pronunciarse sobre la operación.
Por cierto que
guardar silencio ante un hecho semejante no releva de responsabilidades
políticas.
Pero un concienzudo análisis de aquellas circunstancias permitirá advertir que,
contemporáneamente, el tronco originario de la mentada organización vivía un
proceso de confluencia con otras corrientes del nacionalismo revolucionario que
aún no respondían a un mando central. De manera tal que, cuando el propio
Firmenich en cautiverio declaró ante el periodista
Jorge Asís en 1995 “los Montoneros no
asesinamos a Rucci”, no estaba faltando a la verdad.
No contento con aquel libelo, pero fiel a sus principios,
Reato contraataca más adelante con el pasquín “Operación Primicia” que, ya incurriendo en un juicio decididamente
antihistórico y tomando por imbéciles a sus lectores, propone que el copamiento
del Regimiento 29 de Monte de Formosa por parte de los Montoneros desencadenó
el baño de sangre de 1976… como si aquel mundo bipolar pactado en Yalta no
hubiera generado un escenario belicista en toda latitud, propenso a dirimir
diferendos mediante el uso de la acción directa, particularmente en un Tercer
Mundo signado por la miseria, y por lógica en un país como el nuestro, que
desde 1930 vivió sometido a regímenes de facto violatorios de la Constitución
Nacional , capaces de defender la cultura del privilegio ora
inventando la picana eléctrica, ora el deshollamiento en vida (tratamiento
aplicado en la ESMA ,
por ejemplo, al histórico militante peronista Héctor “Nono” Lizaso) Lo dicho hasta aquí no pretende en modo
alguno reivindicar otra acción
guerrillera llevada a cabo en democracia, ni aun cuando su blanco fueran unas FFAA que
por entonces constituían la avanzada represiva de los grupos económicos oligárquicos
dispuestos a vaciar la
Nación. Mucho menos buscaremos disimular la muerte de conscriptos
durante dicho ataque, los cuales no tuvieron más remedio que repeler el fuego
de los incursores. Es más, para no expresarlo con medias tintas - al uso
argento actual -, dejaremos en claro que quien suscribe estas líneas opina que
una política de reparación ecuánime debiera indemnizar a las familias de
aquellos soldados, probablemente más humildes que los cuadros que llevaron a
cabo la mentada acción. Pero, no obstante el empeño de Reato por endilgar una
responsabilidad fragotera a la guerrilla, hoy resulta incontrastable que
la causa del último golpe cívico - militar genocida estuvo lejos de ser la
conducta de las organizaciones armadas de la época, y consistió lisa y
llanamente en la decisión unánime de los sectores dominantes de frenar a sangre
y fuego el creciente reclamo de participación en el PBI por parte de una clase
trabajadora cada vez más radicalizada e independiente de su dirigencia.
Otro aporte destinado a “embarrar la cancha” de una
lectura desapasionada sobre el desencuentro de los argentinos es el esfuerzo
confluyente del espía menemista “Tata”
Yofre (“El escarmiento”) y el equívoco catequista Juan Manuel Duarte (“Entregado
por nosotros”) por “demostrar” - pasando por alto la abundante evidencia en
contrario - que el Padre Carlos Mugica habría sido ejecutado por Montoneros.
Pese al testimonio concluyente del único testigo del atentado, que reconoció en
el tirador a Rodolfo Almirón, sicario del entonces Ministro de Bienestar Social
José López Rega, mentor de la Alianza
Anticomunista Argentina, cuyo secretario privado Carlos
Villone ha sido procesado por la misma causa. El primero de los mencionados
escribas recurre a la supuesta confesión de autoría de un oscuro personaje como
Antonio Nelson Latorre (a) el "Pelado Diego", fundador
de las FAP, y luego a cargo de la columna Capital Federal de Montoneros, quien
entregó a sus subordinados al ser secuestrado por efectivos de la ESMA el 13 de mayo de 1977,
para volver al ruedo más adelante afiliado al "masserismo", y
haciéndose probablemente orgánico del SIN (Servicio de Informaciones Navales) Y
el segundo directamente reniega de las declaraciones del sobreviviente Ricardo
Capelli, que conocía personalmente al ejecutor de Mugica, y detalló en
entrevista efectuada por el diario Tiempo Argentino en su edición del domingo
25 de mayo de 2014, “cuando Almirón le tira, Carlos se empezó a
deslizar por la pared. Le tiraba de arriba para abajo. Por eso no tenía la cara
dañada”.
Atisbos de un
contra revisionismo
Resulta indudable pues que los intereses oportunamente
vulnerados por la lucha montonera, mucho más allá de los errores cometidos por
dicha organización, permanecen al acecho de la oportunidad que les permita
seguir escarmentando a quienes alguna vez osaron poner en tela de juicio su
poder.
A los ejemplos mencionados hasta aquí cabría sumar la
prédica del ex montonero Luis Labraña
(anunciado por conspicuos seguidores del SEPRIN - en la presentación del libro
“Mitos setentistas”, de Agustín Laje
Arrigoni - como ex integrante de las “bandas terroristas FAR y Montoneros”, y
ponderado en los pasquines publicados por la Sra. Pando), quien - agitando la
necesidad de concordia - se avino a compartir un asado con los genocidas hoy
cautivos en Campo de Mayo, aquella guarnición castrense desde donde a las 8.20hs
de una mañana de abril de 1976, entre otros prisioneros, fue ascendido a un
avión The Havilan, modelo Twin Otter,
tipo Stol, el jefe montonero Roberto
Quieto, para ser arrojado al Río de la Plata en un “vuelo de la muerte”.
Pero si alguna concepción de las reseñadas merece
particular atención, en tanto revela cuál ha de ser el abordaje del tema en los
tiempos venideros, es la expresada por el documental producido por el
Ministerio de Cultura porteño bajo el título de “El diálogo”. Dicho brulote reúne a la ex funcionaria delarruísta Graciela Fernández Meijide - autora de “La
Historia
Íntima de los Derechos Humanos en la Argentina ” - en representación de las víctimas
de la dictadura, y al ex montonero Héctor
Ricardo Leis - autor de la abjuración titulada “Un testamento de los años 70” y de “Memorias en fuga. Una catarsis del
pasado para sanar el presente” - encarnando a la insurgencia, en un entramado a dos voces tan
endeble cuan reaccionario, presentado
como manifiesto pro reencuentro de una sociedad lastimada. En este testimonio
de alrededor de hora y media realizado por Pablo Racioppi y emitido por el
Canal de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, el sociólogo radicado en Brasil define a Montoneros como “melange de izquierda “, a la vez que interpreta sicoanalíticamente al Aramburazo como “asesinato del padre”, declara sobre las operaciones de las que participó
que “salíamos a hacer cagadas”, esgrime definiciones tales como que el Socialismo
Nacional - esbozado alguna vez por el Gral.Perón - y el Nacional Socialismo germano
tendrían una raíz común; que “la
violencia seduce” (al punto de arriesgar comentarios tan poco felices como “no quiero pensar lo que debe ser la tortura”);
que “el que recluta a menores está
cometiendo un crimen de lesa humanidad” (sentencia que deja muy mal parados
a la mayoría de los héroes de nuestra independencia, comenzando por Belgrano y
San Martín); que es tan ilegítima la acción de Montoneros en el período
constitucional, como legitima la de Videla para “frenar una situación de anarquía mediante el gobierno de facto”
(!), y que Firmenich, Isabel y Videla (en ese orden) constituyen “La Tríada de la Maldad ” en nuestro país, en
el que - siempre a su juicio - chocaron “dos
grupos turbinados para el poder”, dado que “la democracia aburre”. Por
su parte, la ex integrante de la
CONADEP agrega alegremente que las contraofensivas montoneras
(en las que, como es de dominio público, perdieron la vida combatiendo en
primera fila - sólo por citar a un par de encumbrados dirigentes - los miembros
de Conducción Nacional Horacio Domingo Campiglia y Horacio Mendizábal) se
rigieron por la ley del “animémonos y
vayan”, y suelta en referencia a los represores condenados últimamente que
se trata de “viejitos que debieran
permanecer presos en sus casas, atendidos por médicos, y con derecho a entrar y
salir”. Convencidos de que no debe
cometerse abuso de poder alguno en estos casos, ya que no hay juicio de valor
que justifique negar a los prisioneros derechos que le corresponden al común de
quienes infringieron la ley, consideramos que la revisada arriba es una operación
destinada a suministrar el estatuto argumental de una probable restauración
conservadora empeñada en desmontar lo conquistado hasta nuestros días en
materia de Memoria, Verdad y Justicia.
La pieza en cuestión enfatiza desde lo visual una
gestualidad conducente a la idea de reconciliación, representada aquí por la
madre de un activista periférico y alguien que se define como ex combatiente.
Un objetivo secundario de la misma (dedicada “a quienes
persisten en la sensatez”) parecería ser capitalizar el ocaso del kirchnerismo,
endilgándole a la generación del 70 las frustraciones que acarrea la zozobra de
esta supuesta “segunda oportunidad histórica”.
Y como si no fuera bastante con ello, en la última
edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, con la firma de María O’Donell apareció un panfleto
titulado “Born”. La autora justificó
su motivación ante la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú en los siguientes
términos: “Yo
estaba haciendo un libro sobre el financiamiento de la política, quería contar
casos que mostraran cómo el que aporta plata obtiene algo a cambio. Necesitaba
ejemplos y recordé el indulto a Firmenich. Cómo Firmenich había hecho aportes a
la campaña de Menem, me metí con esa historia y, en realidad, descubrí que esa
plata que venía de Cuba tenía que ver con el secuestro de los hermanos Born y,
cuando comencé a investigar, me pareció increíble que esa historia no se
hubiera contado en detalle”. Tal como
procediesen recurrentemente las usinas más reaccionarias sembrando dudas sobre
la autoría del “Aramburazo”, en este libelo se hace referencia al secuestro más
caro de la historia - destinado a financiar la resistencia en todos los frentes
contra una dictadura genocida - como a “los millones que corrompieron la
política” (!)
Como si en el Siglo XXI la profesión de
informador público no encontrara otra alternativa que reducir las más complejas
circunstancias padecidas en el pasado reciente a una mera crónica de color de
las que hoy abundan en los medios, sustentadas en el mero interés de vender más
ejemplares o hacer explotar el rating…
el texto en cuestión omite el “detalle” no menor de que, autofinanciándose
mediante aquella expropiación de un grupo económico oligárquico y chupasangre,
la organización Montoneros hizo honor a su nacionalismo revolucionario no
alineado con ninguna potencia internacional, ni siquiera la más progresista de
la época.
Al igual que buena parte de nuestro
pueblo - aunque ahora proliferen l@s
amnésicos por conveniencia -, hacia 1989 dicha fuerza volvió a apostar por las
mayorías, y acompañó por ende el proceso de masas con militancia y recursos
materiales. Como correspondía a un hacer político en el que no se apostaba a medias,
subiendo al avión pero con el paracaídas puesto por si acaso. Ocurre que la
lógica de la postmodernidad prefiere no analizar la realidad con demasiado
espesor intelectual, y elige en cambio relatar hechos trascendentes como si se
tratara de un mero culebrón. Si tal proceder contribuye a descapitalizar la
mística acumulada por nuestro pueblo durante sus luchas más abnegadas, tanto
mejor.
En conclusión, entendemos que manifestaciones como las consideradas
en esta nota propician una regresión significativa en la interpretación de la historia
reciente - que venía analizándose desde distintos enfoques pero
predominantemente a partir de una perspectiva científica -, capaz de retrotraernos
al ejercicio de un pensamiento mágico. Ese del que suelen nutrirse los
fanatismos más descontrolados: Por ejemplo - para salvar dicha afirmación de la
mera bravata metafórica -, el sincericidio oportunamente protagonizado por el
represor “Oso” Acuña durante el juicio por los crímenes cometidos en La Cacha , que replicó a una
testigo ofuscada por su actitud liviana “mirá
cómo dejaron el país en diez años; vamos a ver dónde te metés en tres o cuatro
meses, ya te voy a agarrar”, o las amenazas que vienen padeciendo algunos
magistrados que llevan adelante juicios por delitos de Lesa Humanidad, como
Carlos Rozanski.
Al respecto, valdrá la pena recordar que con un pueblo
fragmentado y desmovilizado no será tarea sencilla profundizar el debate pendiente
sobre nuestro pasado inmediato, y que el verdadero revisionismo histórico se ejercerá
cuando el pobrerío vuelva a ganar las calles.-
JORGE FALCONE
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