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Acaso hallen algo interesante en él quienes mantienen un compromiso de vida con la justicia y con la belleza.

lunes, 1 de junio de 2015

JUNIO 1955 - 2015: DEL BOMBARDEO AÉREO AL BOMBARDEO MEDIÁTICO ANTIPERONISTA

EL MARKETINERO NEGOCIO DE ENSUCIAR A LOS MONTONEROS


Durante el Juicio a las Juntas, los testigos se presentaban como miembros de organizaciones de superficie, ajenos a la actividad armada. Era natural ese comportamiento porque el sistema democrático era frágil, los militares conservaban el poder, y todavía costaba imaginar que en los siguientes treinta años perduraría la democracia. Existía temor, desconfianza, recelo.

Sabemos que en el ejercicio de la memoria siempre aparecen las necesidades del presente. En 1985 era legítimo renegar de un pasado revolucionario y “mostrar” apenas una faz de la militancia. Aquel presente lo imponía. Hoy ya no tenemos ese condicionamiento y podemos asumir quiénes fuimos, quiénes fueron.

Sergio Bufano
Periodista y escritor. Director de la revista Lucha Armada.
Página 12, Martes, 24 de junio de 2014

Para saldar las cuentas del martirio, hay que aclarar las aguas.

Armando Tejada Gómez

Algunas consideraciones para precisar el propósito de estas reflexiones

¿Recuperó un país desmadrado su gobernabilidad hacia 2003 gracias a Néstor Carlos Kirchner? Entendemos que sí. ¿Fue esto a la vez un reciclaje del sistema capitalista dependiente apelando a ropajes progresistas, como ocurriría simultáneamente en toda la región? Creemos que, a la luz de los hechos, salta a la vista. ¿Hubo ex montoneros que, como ocurriese en gobiernos anteriores - pero en mucha mayor medida -, se integraron al oficialismo durante la llamada “Década Ganada”? Resulta incontrastable. ¿Ha sido pues el kirchnerista, como pretendiera cierta oposición oportunista (y la clase dominante desde 2003), un “gobierno montonero”? Estamos convencidos de que no, toda vez que dicha organización se disolvió en los albores de los 90s, tras el indulto a su máximo referente, al cabo de lo cual una porción de la diáspora se fue integrando a la democracia formal en sucesivas oportunidades, y otra - más numerosa de lo que se sabe o supone - se volcó al trabajo político, social, y cultural, manteniéndose al margen de burocracias políticas o gremiales y salvaguardando un pensamiento crítico que eludió prebendas y comodidades.

No obstante, en el afán de realizar la alquimia de cooptar los méritos de aquella apuesta a todo o nada guardando para sí la sensatez de los reflexivos y reservando el mote de aparatistas y “fierreros” para quienes seguimos reivindicando el derecho a resistir contra la opresión por cualquier medio, el progresismo no se ha privado de contribuir a la instalación de abordajes de la historia contemporánea que poco aportan a echar luz sobre el rol que buena parte de una  generación jugó durante los años de plomo.

Así, hemos leído últimamente versiones antojadizas de la experiencia que nos tocó vivir, como la novela “Timote”, basada en el secuestro y ejecución del General Aramburu a cargo de Montoneros, donde José Pablo Feinmann - probablemente amparándose en la más irresponsable licencia literaria - pretende que el sino maldito que acompañaría a dicha fuerza desde entonces residiría en la competencia que Mario Firmenich - descripto en el texto de marras como el “Manolito” de Mafalda -  habría sostenido con Fernando Abal Medina para disputarle el amor de Norma Arrostito, concluyendo que el incidente de William Morris que se cobró la vida del fundador de la organización dejó expedito el camino para la jefatura del más mediocre: Verbigracia, este doctor en economía que obtuviera su título cum laude de manos del actualmente cotizado Joseph Stiglitz, dedicándose a continuación a la docencia universitaria, tras asumir públicamente todas sus responsabilidades ejerciendo su propia defensa durante casi siete años de cárcel en democracia, y manteniéndose al margen de la política nacional durante los últimos doce, pese a las muchas mentiras que circularon en su nombre.  Paupérrimo legado entonces para futuras generaciones el de quien - acaso llevado por anquilosados resentimientos - tan ligeramente describe la historia de nuestro tiempo.

Otro tanto procura el libro El largo adiós de los Montoneros”, del periodista Alejandro Tarruela, valiéndose de la ya mencionada presencia de algunos ex cuadros montoneros en la función pública (Kunkel, Gullo, Pérsico) para demostrar la insostenible tesis acerca de que la era política que hoy se afana por evitar su canto del cisne constituye el último acto de aquella organización (y no de sus conversos), aggiornada al Siglo XXI: Prohijar los agronegocios para consolidar el modelo colonial (!)

¿Recuerdos del futuro?

El fenómeno bautizado como “fin de ciclo” por la prensa monopólica, hoy permite advertir los primeros síntomas de un rebrote reaccionario,  ejemplificable desde el espacio mediático mediante un Adrián Suar que impugna antedatadamente a los actores y actrices comprometidos con el modelo en curso, o un Mariano Grondona que se apresura a reclamar públicamente un escrache capaz de avergonzar ante sus hij@s a cada funcionari@ K. Desde los márgenes de la política se van alzando otras voces virulentas y revanchistas, dispuestas a contrarrestar el acrítico relato vigente de “una juventud setenista abnegada que se sacrificó por sus ideales”, con un contra-relato destinado a estigmatizar como inhumanos y venales a cuantos seguramente no dejamos de cometer significativos errores en nuestro  accionar, pero siempre poniendo el cuerpo para frenar el embate devastador del capitalismo salvaje.

Un consecuente proveedor de “pescado podrido” para que la Justicia actúe  contra los luchadores de otrora es el escriba Ceferino Reato. Su libro “Operación Traviata” retoma la investigación del polémico Caso Rucci apuntando a transformarlo en crimen de lesa humanidad. A propósito de dicha ejecución, perpetrada en democracia y poco antes que recuperara su investidura presidencial el General Perón - que valoraba al muerto como a un hijo, y puntal imprescindible del Pacto Social en ciernes - nunca es tarde para repetir que se trató de una barbaridad política seguramente emanada de sectores populares antiburocráticos que caracterizaban al sindicalismo metalúrgico como vandorista y por ende propenso a defraudar el mandato de las mayorías, y que un hecho semejante instaló un manto de sospecha sobre  Montoneros, que cometió el grave error de no pronunciarse sobre la operación.

Por cierto que guardar silencio ante un hecho semejante no releva de responsabilidades políticas. Pero un concienzudo análisis de aquellas circunstancias permitirá advertir que, contemporáneamente, el tronco originario de la mentada organización vivía un proceso de confluencia con otras corrientes del nacionalismo revolucionario que aún no respondían a un mando central. De manera tal que, cuando el propio Firmenich en cautiverio declaró ante el  periodista Jorge Asís en 1995 “los Montoneros no asesinamos a Rucci”, no estaba faltando a la verdad.

No contento con aquel libelo, pero fiel a sus principios, Reato contraataca más adelante con el pasquín “Operación Primicia” que, ya incurriendo en un juicio decididamente antihistórico y tomando por imbéciles a sus lectores, propone que el copamiento del Regimiento 29 de Monte de Formosa por parte de los Montoneros desencadenó el baño de sangre de 1976… como si aquel mundo bipolar pactado en Yalta no hubiera generado un escenario belicista en toda latitud, propenso a dirimir diferendos mediante el uso de la acción directa, particularmente en un Tercer Mundo signado por la miseria, y por lógica en un país como el nuestro, que desde 1930 vivió sometido a regímenes de facto violatorios de la Constitución Nacional, capaces de defender la cultura del privilegio ora inventando la picana eléctrica, ora el deshollamiento en vida (tratamiento aplicado en la ESMA, por ejemplo, al histórico militante peronista Héctor “Nono” Lizaso) Lo dicho hasta aquí no pretende en modo alguno  reivindicar otra acción guerrillera llevada a cabo en democracia,  ni aun cuando su blanco fueran unas FFAA que por entonces constituían la avanzada represiva de los grupos económicos oligárquicos dispuestos a vaciar la Nación. Mucho menos buscaremos disimular la muerte de conscriptos durante dicho ataque, los cuales no tuvieron más remedio que repeler el fuego de los incursores. Es más, para no expresarlo con medias tintas - al uso argento actual -, dejaremos en claro que quien suscribe estas líneas opina que una política de reparación ecuánime debiera indemnizar a las familias de aquellos soldados, probablemente más humildes que los cuadros que llevaron a cabo la mentada acción. Pero, no obstante el empeño de Reato por endilgar una responsabilidad fragotera a la guerrilla, hoy resulta incontrastable que la causa del último golpe cívico - militar genocida estuvo lejos de ser la conducta de las organizaciones armadas de la época, y consistió lisa y llanamente en la decisión unánime de los sectores dominantes de frenar a sangre y fuego el creciente reclamo de participación en el PBI por parte de una clase trabajadora cada vez más radicalizada e independiente de su dirigencia.

Otro aporte destinado a “embarrar la cancha” de una lectura desapasionada sobre el desencuentro de los argentinos es el esfuerzo confluyente del espía menemista “Tata” Yofre (“El escarmiento”) y  el equívoco catequista Juan Manuel Duarte (“Entregado por nosotros”) por “demostrar” - pasando por alto la abundante evidencia en contrario - que el Padre Carlos Mugica habría sido ejecutado por Montoneros. Pese al testimonio concluyente del único testigo del atentado, que reconoció en el tirador a Rodolfo Almirón, sicario del entonces Ministro de Bienestar Social José López Rega, mentor de la Alianza Anticomunista Argentina, cuyo secretario privado Carlos Villone ha sido procesado por la misma causa. El primero de los mencionados escribas recurre a la supuesta confesión de autoría de un oscuro personaje como Antonio Nelson Latorre (a) el "Pelado Diego", fundador de las FAP, y luego a cargo de la columna Capital Federal de Montoneros, quien entregó a sus subordinados al ser secuestrado por efectivos de la ESMA el 13 de mayo de 1977, para volver al ruedo más adelante afiliado al "masserismo", y haciéndose probablemente orgánico del SIN (Servicio de Informaciones Navales) Y el segundo directamente reniega de las declaraciones del sobreviviente Ricardo Capelli, que conocía personalmente al ejecutor de Mugica, y detalló en entrevista efectuada por el diario Tiempo Argentino en su edición del domingo 25 de mayo de 2014, cuando Almirón le tira, Carlos se empezó a deslizar por la pared. Le tiraba de arriba para abajo. Por eso no tenía la cara dañada”.

Atisbos de un contra revisionismo

Resulta indudable pues que los intereses oportunamente vulnerados por la lucha montonera, mucho más allá de los errores cometidos por dicha organización, permanecen al acecho de la oportunidad que les permita seguir escarmentando a quienes alguna vez osaron poner en tela de juicio su poder.

A los ejemplos mencionados hasta aquí cabría sumar la prédica del ex montonero Luis Labraña (anunciado por conspicuos seguidores del SEPRIN - en la presentación del libro “Mitos setentistas”, de Agustín Laje Arrigoni - como ex integrante de las “bandas terroristas FAR y Montoneros”, y ponderado en los pasquines publicados por la Sra. Pando), quien - agitando la necesidad de concordia - se avino a compartir un asado con los genocidas hoy cautivos en Campo de Mayo, aquella guarnición castrense desde donde a las 8.20hs de una mañana de abril de 1976, entre otros prisioneros, fue ascendido a un avión  The Havilan, modelo Twin Otter, tipo Stol, el jefe montonero Roberto Quieto, para ser arrojado al Río de la Plata en un “vuelo de la muerte”.

Pero si alguna concepción de las reseñadas merece particular atención, en tanto revela cuál ha de ser el abordaje del tema en los tiempos venideros, es la expresada por el documental producido por el Ministerio de Cultura porteño bajo el título de “El diálogo”. Dicho brulote reúne a la ex funcionaria delarruísta Graciela Fernández Meijide - autora de “La Historia Íntima de los Derechos Humanos en la Argentina” - en representación de las víctimas de la dictadura, y al ex montonero Héctor Ricardo Leis - autor de la abjuración titulada “Un testamento de los años 70 y de “Memorias en fuga. Una catarsis del pasado para sanar el presente” - encarnando a la  insurgencia, en un entramado a dos voces tan endeble cuan reaccionario,  presentado como manifiesto pro reencuentro de una sociedad lastimada. En este testimonio de alrededor de hora y media realizado por Pablo Racioppi y emitido por el Canal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el sociólogo radicado en Brasil define a Montoneros como “melange de izquierda “, a la vez que interpreta sicoanalíticamente al  Aramburazo como “asesinato del padre”, declara sobre las operaciones de las que  participó  que  “salíamos a hacer cagadas”, esgrime definiciones tales como que el Socialismo Nacional - esbozado alguna vez por el Gral.Perón - y el Nacional Socialismo germano tendrían una raíz común; que “la violencia seduce” (al punto de arriesgar comentarios tan poco felices como “no quiero pensar lo que debe ser la tortura”); que “el que recluta a menores está cometiendo un crimen de lesa humanidad” (sentencia que deja muy mal parados a la mayoría de los héroes de nuestra independencia, comenzando por Belgrano y San Martín); que es tan ilegítima la acción de Montoneros en el período constitucional, como legitima la de Videla para “frenar una situación de anarquía mediante el gobierno de facto” (!), y que Firmenich, Isabel y Videla (en ese orden) constituyen “La Tríada de la Maldad” en nuestro país, en el que - siempre a su juicio - chocaron “dos grupos turbinados para el poder”, dado que “la democracia aburre”.  Por su parte, la ex integrante de la CONADEP agrega alegremente que las contraofensivas montoneras (en las que, como es de dominio público, perdieron la vida combatiendo en primera fila - sólo por citar a un par de encumbrados dirigentes - los miembros de Conducción Nacional Horacio Domingo Campiglia y Horacio Mendizábal) se rigieron por la ley del “animémonos y vayan”, y suelta en referencia a los represores condenados últimamente que se trata de “viejitos que debieran permanecer presos en sus casas, atendidos por médicos, y con derecho a entrar y salir”. Convencidos de que no debe cometerse abuso de poder alguno en estos casos, ya que no hay juicio de valor que justifique negar a los prisioneros derechos que le corresponden al común de quienes infringieron la ley, consideramos que la revisada arriba es una operación destinada a suministrar el estatuto argumental de una probable restauración conservadora empeñada en desmontar lo conquistado hasta nuestros días en materia de Memoria, Verdad y Justicia.    
        
La pieza en cuestión enfatiza desde lo visual una gestualidad conducente a la idea de reconciliación, representada aquí por la madre de un activista periférico y alguien que se define como ex combatiente.

Un objetivo secundario de la misma (dedicada “a quienes persisten en la sensatez”) parecería ser capitalizar el ocaso del kirchnerismo, endilgándole a la generación del 70 las frustraciones que acarrea la zozobra de esta supuesta “segunda oportunidad histórica”.

Y como si no fuera bastante con ello, en la última edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, con la firma de María O’Donell apareció un panfleto titulado “Born”. La autora justificó su motivación ante la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú en los siguientes términos: “Yo estaba haciendo un libro sobre el financiamiento de la política, quería contar casos que mostraran cómo el que aporta plata obtiene algo a cambio. Necesitaba ejemplos y recordé el indulto a Firmenich. Cómo Firmenich había hecho aportes a la campaña de Menem, me metí con esa historia y, en realidad, descubrí que esa plata que venía de Cuba tenía que ver con el secuestro de los hermanos Born y, cuando comencé a investigar, me pareció increíble que esa historia no se hubiera contado en detalle”. Tal como procediesen recurrentemente las usinas más reaccionarias sembrando dudas sobre la autoría del “Aramburazo”, en este libelo se hace referencia al secuestro más caro de la historia - destinado a financiar la resistencia en todos los frentes contra una dictadura genocida - como a “los millones que corrompieron la política” (!)

Como si en el Siglo XXI la profesión de informador público no encontrara otra alternativa que reducir las más complejas circunstancias padecidas en el pasado reciente a una mera crónica de color de las que hoy abundan en los medios, sustentadas en el mero interés de vender más ejemplares o hacer explotar el rating… el texto en cuestión omite el “detalle” no menor de que, autofinanciándose mediante aquella expropiación de un grupo económico oligárquico y chupasangre, la organización Montoneros hizo honor a su nacionalismo revolucionario no alineado con ninguna potencia internacional, ni siquiera la más progresista de la época.

Al igual que buena parte de nuestro pueblo  - aunque ahora proliferen l@s amnésicos por conveniencia -, hacia 1989 dicha fuerza volvió a apostar por las mayorías, y acompañó por ende el proceso de masas con militancia y recursos materiales. Como correspondía a un hacer político en el que no se apostaba a medias, subiendo al avión pero con el paracaídas puesto por si acaso. Ocurre que la lógica de la postmodernidad prefiere no analizar la realidad con demasiado espesor intelectual, y elige en cambio relatar hechos trascendentes como si se tratara de un mero culebrón. Si tal proceder contribuye a descapitalizar la mística acumulada por nuestro pueblo durante sus luchas más abnegadas, tanto mejor.

En conclusión, entendemos que manifestaciones como las consideradas en esta nota propician una regresión significativa en la interpretación de la historia reciente - que venía analizándose desde distintos enfoques pero predominantemente a partir de una perspectiva científica -, capaz de retrotraernos al ejercicio de un pensamiento mágico. Ese del que suelen nutrirse los fanatismos más descontrolados: Por ejemplo - para salvar dicha afirmación de la mera bravata metafórica -, el sincericidio oportunamente protagonizado por el represor “Oso” Acuña durante el juicio por los crímenes cometidos en La Cacha, que replicó a una testigo ofuscada por su actitud liviana “mirá cómo dejaron el país en diez años; vamos a ver dónde te metés en tres o cuatro meses, ya te voy a agarrar”, o las amenazas que vienen padeciendo algunos magistrados que llevan adelante juicios por delitos de Lesa Humanidad, como Carlos Rozanski.

Al respecto, valdrá la pena recordar que con un pueblo fragmentado y desmovilizado no será tarea sencilla profundizar el debate pendiente sobre nuestro pasado inmediato, y que el verdadero revisionismo histórico se ejercerá cuando el pobrerío vuelva a ganar las calles.-  

JORGE FALCONE

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