LA ARQUITECTURA DE LA
EXCLUSIÓN
Y EL PÁNICO SOCIAL
Y EL PÁNICO SOCIAL
El barrio tradicional como espacio de construcción
comunitaria
Modelo de vivienda que está proliferando en el otrora
barrio familiar de Savoia
(City Bell, La Plata) donde reside el autor de esta nota.
Entre las consecuencias de la matriz productiva
agroexportadora y extractivista vigente, generadora de un proceso de acumulación por desposesión en
favor de las corporaciones multinacionales, se cuenta el círculo vicioso
consistente en la creciente expansión de una frontera agropecuaria que va
desalojando campesinos pobres y pueblos originarios hacia los cordones urbanos
y suburbanos, con el inevitable saldo de un notable deterioro de las condiciones
de vida, ya que al flagelo del desarraigo y la precarización laboral se suma el
boom de un negocio inmobiliario que medra con la desesperación de amplias
franjas de población privadas de acceso a una vivienda digna. En semejante
escenario, el shopping y el country se erigen como sórdidos emblemas
arquitectónicos de un modelo de exclusión social cuyos feudos parecen estar
trasladándose a muchos barrios otrora familiares, en los que el saludable
hábito de compartir un mate con los vecinos o ver jugar a los niños con sus
mascotas se está viendo amenazado por la proliferación de verdaderos búnkers de
hormigón absolutamente “protegidos” del entorno social. Allí se está
guareciendo un vasto contingente de profesionales exitosos harto de polución y
ávido de espacios verdes, que nunca se cruza con el vecindario en el almacén o
mercado local, sale a trabajar en sus cuatro por cuatro de vidrios polarizados,
y retorna al hogar exclusivamente al fin de la jornada, convirtiendo
paulatinamente en dormitorio lo que otrora fuera activa vida comunitaria.
Para Oriel y Santi,
los niños que juegan en mi cuadra.
Feudos Siglo XXI
No resultará nuevo para lectores de este blog que su
administrador toma a Pasolini como referente máximo de intelectual crítico e
insobornable. En medio de su prolífica actividad, el polígrafo boloñés
protagonizó un corto de 15’ dirigido por Paul Brunatto y emitido por RAI TV el
7 de febrero de 1974 bajo el título de “Pasolini y la forma de la ciudad”, en el
que - haciendo hincapié en la paulatina “modernización” de una pequeña ciudad
arcaica - denuncia como “irreparable y
catastrófica” la expansión de la planificación urbana occidental sobre el
Tercer Mundo. En el afán de actualizar aquella preocupación, y haciéndonos eco
del refrán que afirma “pinta tu aldea y
pintarás el mundo”, de nuestro entorno inmediato trata esta nota.
La Planificación urbana como disciplina de planeamiento de
los asentamientos humanos, se sistematiza con posterioridad a la Segunda Guerra
Mundial, a raíz de los devastadores efectos de dicho conflicto bélico en las
ciudades europeas. Previamente, el diseño y planeamiento de la ciudad se
realizó en bases a criterios básicos que atendían a elementos de índole
geográfica vinculados a los centros de poder.
A partir del principio de la zonificación,
elaborado en los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM)
realizados en Atenas y en Venecia entre los años 1930 y 1960, existe una
estrecha relación entre los conceptos de planeamiento urbano y exclusión. La zonificación
establece un determinado lugar para cada actividad humana. De tal modo, la
ciudad se segmenta en zonas establecidas apriorísticamente según criterios
habitacionales, laborales, recreativos y circulatorios, siguiendo un concepto
depositario de las teorías funcionalistas y estructuralistas
que dieron forma al urbanismo moderno. La zonificación se ha
incorporado en todos los planes generales de Latinoamérica, generando la segregación y
segmentación de amplios espacios de la ciudad y creando zonas legales de
exclusión que provocan la desintegración del tejido social en los principales
conglomerados urbanos de nuestro continente.
En paralelo con esta exclusión legal se verifica: a) La
exclusión inherente al modelo neoliberal que predomina en la base de la
planificación urbana, b) la exclusión del espacio público originada en las
políticas municipales, y c) la exclusión territorial realizada desde los medios
de comunicación con el aval de las autoridades de turno que procuran preservar
a los sectores acomodados manteniéndolos “alejados” o “a salvo” de los barrios
o sectores llamados marginales.
Estas exclusiones se superponen en la institucionalidad
urbana de los países del continente y se hallan socializadas entre una
ciudadanía que consiente tales diferencias y las entiende, a raíz del modelo
neoliberal que asigna usos de suelos y destina zonas según actividad e
ingresos. De tal modo, en cada ciudad latinoamericana se verifican
fragmentaciones importantes en el nivel formal e informal.
En la urbe legal la zonificación se traduce en la
implementación de Planes Reguladores con exclusividad residencial y amplias
zonas dispuestas para áreas verdes - zonas de condominios aislados de la ciudad
- que incluyen todo tipo de comodidades (algo así como ciudadelas autárquicas),
teniendo su contraparte en normativas de zonas mixtas compartidas con zonas de
industria “inofensiva” e incluso de servicios públicos. La proximidad en la
planificación legal de los barrios considerados precarios o peligrosos, con las
zonas dispuestas por el plan para la instalación de industrias contaminantes
constituye una preocupante realidad. Hay un siniestro correlato entre el modelo
económico y el plan descripto, y viceversa.
Tanto el gobierno nacional como los municipales toman este
modelo y así localizan sus políticas asistenciales dirigidas a los sectores de
riesgo. De esta forma, crece una ciudad para los pobres, con materiales más
baratos, construcciones de baja calidad, un precario diseño de los espacios
públicos, deficiente red vial, cercanía a zonas aluvionales - o directamente en
zonas aluvionales - o que corresponden al lecho de algún caudal. Se
construye pues una ciudad en riesgo, cuya rentabilidad política asegura una
constante inversión en políticas asistenciales y de legitimación de
discursos paternalistas: El establishment
político administrativo crea su propio laboratorio de necesidades a
resolver.
Los medios de comunicación construyen su discurso comunicacional
en sintonía. En los barrios humildes la policía escasea, abundan los
delincuentes, se consume droga y la juventud se degrada.
Simultáneamente, el paradigma de la integración
transaccional que sitúa al mercado como el mayor referente asignador de
integración y vinculación entre los individuos consumidores, legitima desde la
base este diseño urbano.
El sayo de ser pobres
El señalamiento de zonas de la ciudad como de alta
peligrosidad responde sin duda a una conjunción de elementos entre los cuales
los ya mencionados - el Plan y el sistema económico excluyente - son fundamentales.
No obstante, en las últimas décadas a partir del influjo
mediático y segregacionista de lo que se ha entendido como doctrina de
seguridad ciudadana, se ha venido empleando el diseño urbano como estrategia de
prevención. A ello se suma el creciente énfasis en otorgar planes populares de
vivienda, lo cual ha disminuido parcialmente el problema de los sectores más
postergados, pero como contraparte ha generado un nuevo problema, el
del estigma, ya que los mismos se caracterizan por ser bloques habitacionales
idénticos, baratos, en franjas desestimadas de las ciudades, facilitando su
clasificación, identificación y la consecuente vigilancia de sus
moradores.
La cobertura periodística, a la vez, funciona como un
termómetro que puede comprobarse cotidianamente en los noticieros de mayor
rating, convirtiendo a los informadores en referentes de opinión propensos a un
tratamiento criminalizador del tema.
Este fenómeno de exclusión sustentado en el diseño y la
planificación urbana últimamente se ha venido masificado, y el shopping es uno de los símbolos más
evidentes de tal segmentación. Como ironiza George A. Romero en su filme
“Tierra de los muertos” (2005), últimamente se han ido creando espacios defendibles
y amurallados. En consecuencia, el concepto de exclusión comunicacional/transaccional
toma cuerpo transformando estos sitios en catedrales de una nueva y rentable religión.
El shopping como centro del sistema solar del consumo
Erigir un shopping
demanda un amplio espacio urbano, cuatro o cinco manzanas completas en las
cuales se destruye todo vestigio de vida pasada. Exige pues un predio yermo,
sin árboles, parques o construcción alguna. Tal edificación albergará comercios,
megamercados, patios de comidas, restaurantes, librerías, galerías
de arte, e incluso servicios públicos. A ello se sumarán estacionamientos y
vías de acceso. Cuantiosas inversiones que hoy conforman las nuevas plazas de
recreo ciudadano. Esta especial forma de revaloración de los espacios urbanos
tiende a la marginación, y a un sin número de relaciones que resultan
aparentemente paradójicas, como integración - exclusión, expansión -
dispersión, espacios públicos - privatización, penetración y fragmentación.
Estos lugares se han transformado en el nuevo “punto de
encuentro” en las ciudades de hoy. Ahí reside la utopía del consumo. Abundancia,
limpieza, orden deseado, en contraposición al caos relativo que predomina en la
ciudad olvidada. Quienes no pueden permanecer en este juego de intercambios,
constituyen un sector que va quedando rezagado, desprovisto de las habilidades
para competir en forma adecuada. La ciudad moderna, por ende, se erige de
espaldas a los excluidos.
Desde una perspectiva popular, y al efecto de complementar
tareas de prevención del delito con las de diseño urbano, se debería
desvincularlas de los vaivenes del mercado, al cual se ha entregado tácitamente
el quehacer descripto. Por lo general, la ciudad cuenta entre sus instrumentos
legales de planificación, ordenación y diseño urbano con herramientas adecuadas
para la obtención de la integración social, antes que la exclusión. A ese
respecto, ilumina bastante la opinión de la Licenciada Yolanda Ortiz, una
tucumana con inclinaciones sociales a quien el General Perón en octubre de 1973 designó al frente de una flamante Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente
Humano dependiente del Ministerio de Economía, por entonces a cargo del
trágicamente desaparecido José Ber Gelbard: “Nosotros empezamos a trabajar en lo interdisciplinario teniendo en
cuenta el paisaje urbano pero también pensando qué mutaciones sufriría el
campo, la migración de las poblaciones a las grandes ciudades. Creamos el
Consejo Federal del Medio Ambiente (COFEMA), órgano donde participaban todas
las provincias, y pensábamos diseñar desde allí la política nacional”. Un verdadero ejercicio de soberanía popular
debería corregir las orientaciones actuales del desarrollo urbanístico en la
mayor parte de Sudamérica, si debemos tomar por cierto que nuestro continente
vive la hora de los postergados de la Historia.-
JORGE FALCONE
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