PORQUÉ NO SER KIRCHNERISTA EN MOMENTOS EN QUE PARECE CORRECTO SERLO
INCIDENCIA DE LA COSA PÚBLICA EN EL ÁMBITO PRIVADO
Mi tía Edith es el único pariente de la generación de mis padres que conservo a mano. Prima-hermana de mi madre, se crió con ella desde que falleció mi abuela materna y su viudo decidió recomponer pareja con alguien que nunca gozó del beneplácito familiar. Crecí volcado hacia la familia paterna, ya que mi progenitor cargó durante varios años con el sinsabor de que la caída del peronismo y consiguiente ascenso de la Revolución Libertadora fueran celebrados en nuestra propia casa por la parentela de mi madre. Desde que tengo uso de razón concibo a Edith como a una liberal de izquierda. Típica empleada bancaria platense, oportunamente se alineó contra el peronismo considerándolo en la vereda de enfrente de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Filo radical, simpatizó luego con el proceso protagonizado en los primeros 70s por Cámpora y los Montoneros, más tarde junto con su marido le puso el cuerpo solidariamente a los apremios ilegales padecidos por mis padres durante la última dictadura, persuadida por estos en los albores de la democracia que transitamos se acercó a Intransigencia y Movilización Peronista (la corriente encabezada - entre otros referentes - por Vicente Saadi, Susana Valle, y Alberto Martínez Baca)… y desde 2003 adhiere casi incondicionalmente al “modelo nacional, popular, y democrático” que ha venido conduciendo desde entonces el matrimonio Kirchner. La considero - matices más matices menos - un arquetipo de los simpatizantes K (si bien, desde luego, dicho fenómeno supone componentes bastante más complejos)
Acaso la ausencia de un protagonismo popular masivo que, con altibajos, no se expresa plenamente desde 2001, ha dejado en el vértice del ejecutivo a una pequeña burguesía sobreviviente - y en buena medida curada de espanto - del fracaso de la estrategia de acción directa impulsada por su generación durante los años 70. Como muchos argentinos de bien, mi tía culmina su aventura vital viendo en ello a una segunda e imprevista oportunidad histórica para que aquella “juventud maravillosa” corrija en el presente los errores del pasado. La lógica con que enfrenta los tímidos cuestionamientos que me atrevo a formularle (por respeto al cariño que nos une y a su avanzada edad) constituye un buen ejemplo de cierto sentido común oficialista que intentaré poner en tela de juicio a lo largo de esta nota.
Su primera ocurrencia cuando me declaro ni oficialista ni opositor (en términos electorales, desde luego, toda vez que mi objeción no va dirigida a tal o cual paquete de medidas ni turno electoral sino al salvaje y perimido sistema capitalista) consiste en espetarme “y a quién miércoles vas a apoyar entonces, a Lilita, A Macri, a Ricardito ???”, poniendo así de manifiesto una cultura común a buena parte de los argentinos, que interpreta que no hay política posible fuera del marco institucional, lo que trae aparejado como consecuencia la noción de que los únicos actores políticos capaces de incidir en el destino nacional son los que integran el paupérrimo damero constituido por los partidos políticos.
Mirándolo con excesiva tolerancia y buena voluntad, se diría que el planteo - en muchos casos - conlleva una buena cuota de agotamiento existencial y desconfianza en las grandes utopías de cambio social que alguna vez enamoraron a la humanidad. Y ya que esto ocurre a una vasta franja de la última camada de argentin@s que ingresara a la política con hidalguía, vaya si no se torna comprensible en el caso de mi tía Edith, a quien reconozco todo el derecho que a la vez le niego a la numerosa militancia capaz de persuadir a sus esperanzadas bases acerca de que nos hallamos atravesando una gesta épica heredera y digna de la Revolución de Mayo.
La máxima limitación que advierto en mi querida pariente es la que le hace imposible trascender el discurso progre y latinoamericanista de nuestros gobernantes para indagar a fondo con qué intereses económicos tejen sus alianzas. Y no es para menos, ya que pocas veces en la historia el stablishment se recicló ejerciendo argumentos tan miméticos con aquellos que alguna vez fueran portadores de algún potencial subversivo. Analícese a modo de ejemplo el siguiente párrafo, enunciado hace poco por el Secretario Político del Movimiento Evita, una de las principales organizaciones sociales K:
“Argentina empieza a parecerse más a Latinoamérica, donde hay sociedades movilizadas por un proyecto popular y sectores que lo enfrentan. Sucede en Venezuela, Ecuador, Bolivia. Nosotros tenemos una ventaja, un liderazgo muy fuerte y los sectores reaccionarios no pueden construir una alternativa que los unifique. Lo que se está discutiendo con el 13S, 8N, el paro de Moyano, las cacerolas es cómo continúa el proceso político. Si consolidamos el poder de Cristina para que determine la sucesión política, ya sea reelección o al estilo brasileño. Cuando las minorías oligárquicas gobernaban, intentaban construir un país sin protagonismo de los trabajadores. Cuando el péndulo de la historia era favorable a las mayorías, se intentaba que las minorías no existieran. Cristina ha dado una vuelta a esas contradicciones y permite pensar un país para 40 millones donde la gestión institucional no es neutral, sino que interviene a favor de los más humildes. Revertir la destrucción del Estado de Bienestar por parte del neoliberalismo demanda varias décadas. Unidos y Organizados es la herramienta que nuclea a la militancia que más decisión tiene para enfrentar a las corporaciones. Los gremios no tienen respuesta porque están anclados en un modelo sindical de otro modelo económico. A cada modelo económico le corresponde un modelo político y también un modelo gremial. Hay que construir el que integre a la totalidad de los trabajadores. Ni la CGT ni mucho menos la CTA, logran incluir en sus reivindicaciones a los trabajadores que están al margen. Este proyecto político-económico incluye al empresariado, a la banca, a todos los trabajadores que todavía no tienen derechos, por lo tanto, no nos preocupa el acercamiento a la UIA porque la conducción de este proyecto no es neutral frente al empresariado. Me preocuparía si la conducción estuviera en el empresariado, lo que quería hacer (el ex ministro de economía, Roberto) Lavagna, lo que hizo el menemismo y la Alianza, lo que intentó (el ex titular del BCRA, Martín) Redrado. Ahí está la diferencia. Está claro que hay tiempos, correlaciones de fuerzas, y no siempre podemos avanzar 10 pasos hacia delante”.
Lo que hasta aquí luce como un discurso aparentemente sensato y digno de compartir conlleva sin embargo un pensamiento evolucionista que idealiza un decurso próspero y lineal, exento de los puntos de inflexión (como el de diciembre 2001) que frecuentemente ofrece la historia contemporánea cuando cada vez más argentin@s van quedando al margen de las promesas de bienestar colectivo. El mismo idealismo campea en la pretensión de coexistir pacíficamente con todo el arco social, en cordial entendimiento con Rockefeller, Barrick Gold y la nueva oligarquía agroindustrial, o en la aspiración de contar con un nuevo modelo sindical ni siquiera esbozado, mientras se promueve el diálogo con el sector más dócil de una burocracia gremial vetusta… Pero vayamos por parte, ahora que la oportunidad resulta propicia para desarrollar argumentos que nunca me permite esgrimir mi temperamental tía Edith.
DISCURSO Y MATRIZ PRODUCTIVA
Una de las lecciones primordiales heredada de la experiencia setentista - y aparentemente caída en desuso - es la de evaluar un proyecto no a partir de lo gestual (retórica populista, pluralista, latinoamericanista y otras yerbas) sino a la matriz productiva que lo sustenta, en este caso prórroga con matices del modelo de exclusión social instaurado durante los 80 y 90s por el neoliberalismo, con evidente orientación sojera, agroexportadora y extractivista (hoy el éxito político del kirchnerismo es inimaginable sin la soja)
El oficialismo, exponente local de uno de los tantos progresismos neodesarrollistas que campean en América Latina, se muestra incapaz de poner en crisis los paradigmas de la modernidad que eclosionan contemporáneamente con la Revolución Francesa, gestora de un pensamiento (la razón occidental) que divorció al hombre de la naturaleza creyendo que lo material tenía una durabilidad infinita. Hoy aquellas tradiciones han abandonado por completo su afán emancipatorio para subsumirse en el exclusivo credo racional signado por la ciencia y la tecnología subordinadas al gran capital mundial.
Detrás entonces de una puesta en escena ampulosa que supone el justo despojo de bienes mal habidos por la tradicional oligarquía terrateniente (como el predio de la Sociedad Rural Argentina) o la repatriación de una fragata recibida con honores dignos del Acorazado Potemkin, se encubre la nueva estructura de un poder dominante del que Monsanto - acaso padre del modelo, que capacitó científicos cubanos durante el bloqueo y mantiene un excelente diálogo con el progresismo continental facturando 2.900.000.000 Dl . en el primer trimestre 2012 - quizás sea apenas una expresión. A una nueva oligarquía pues, que ya no es aquella de la pampa húmeda que cimentara la República europea sobre la sangre del indio y del criollo, le corresponderá por ende un nuevo genocidio, que tampoco se parece a la Conquista del Desierto - a cuyo análisis se muestran tan afectos los neo revisionistas de la era K - sino a novedosas formas de exterminio ambiental que se ejercen apelando a métodos prácticamente ajenos al vocabulario de la militancia cooptada, como por ejemplo el fracking, fractura hidráulica empleada en la extracción de gas y petróleo mediante agua con arena y productos químicos que contaminan las aguas subterráneas envenenando lechos de río y grifos hogareños (en Neuquén - por ejemplo - y el acuífero guaraní, vía Entre Ríos) Y, en consecuencia, a un nuevo genocidio le corresponden nuevas violaciones a los derechos humanos, como la perpetrada a principios del año en curso contra el periodista Oscar De Vincenzi, rociado con glifosato en la localidad de Alberti en represalia por haber filmado al camión fumigador a metros de dicho poblado. Vale la pena destacar que en casos como el que acabamos de consignar aún nadie se ha puesto pañuelo blanco para defender a la víctima.
Por lo tanto, una nueva decolonialidad también debería desenmascarar la estafa de este setentismo despojado de su abnegación original, toda vez que buena parte de la experiencia generacional que se invoca practicó un desclasamiento que la llevó a insertarse en la cadena productiva industrial o en los barrios más humildes abandonando generosamente los hábitos de pequeña burguesía acomodada. Paradojalmente, hoy lo que se abandona es el pensamiento crítico, ese que distancia sideralmente al diputado de la JP Regionales Armando Croatto, capaz de renunciarle oportunamente al mismísimo Gral. Perón en desacuerdo con el endurecimiento de la legislación represiva, respecto de un líder de La Cámpora como el “Cuervo” Larroque, capaz de suscribir sin sonrojarse la Ley Antiterrorista vigente, cuyo espíritu se nutre indisimulablemente en el combate al Eje del Mal encarado durante la era Bush.
Sin ir más lejos, el capital simbólico que hoy usufructúa el ejecutivo está lejos de cimentarse sobre el resultado de un profundo debate acerca de los enfrentamientos fratricidas ocurridos durante los “años de plomo” consensuado con las grandes mayorías, como lo demuestra el reciente disenso entre los diputados Kunkel y Carlotto - escamoteado por la prensa estatal - sobre la pertinencia o no de indemnizar a los familiares de los conscriptos caídos durante el ataque montonero al Regimiento 29 de Monte con asiento en Formosa, cuando los parientes de los incursores muertos ya han sido indemnizados.
El propio Firmenich, máximo referente de la organización Montoneros, recientemente se refería al particular expresando que “La cuestión está en que el verdadero problema que aun no ha resuelto la transición democrática argentina es la continuidad de la ‘teoría de los dos demonios’ en lo esencial. Sin resolverlo, nunca terminará de ser transición”.
SUJETO SOCIAL Y CONSTRUCCIÓN DEL PODER
El tránsito de un ciclo económico signado por el paradigma metal-mecánico a otro de carácter telemático invita desde hace un tiempo a revisar qué fenómeno ocupa el lugar de sujeto potencial de la transformación social que dejara vacante (o no) el otrora poderoso movimiento obrero organizado, ahora que se habla del “fin del trabajo” y el crecimiento exponencial del empleo informal.
El Nuevo Movimiento Social puesto en evidencia durante la Argentina de 2001-2002, momento en que piquetes, asambleas ciudadanas, fábricas recuperadas, clubes de trueque y cooperativas desenmascaraban el agotamiento de una democracia formal delegatoria y sentaban las bases de otra basada en la participación directa de nuevos actores sociales dejó a lo largo y ancho del país un legado cultural latente que aún carece de un nodo de articulación nacional, así como de una convicción unitaria acerca de cómo acceder a un modelo de desarrollo socio-económico de carácter equitativo y adecuado al escenario de feroz globalización del capital que presenta el Siglo XXI.
Ante semejante panorama, bien valdría la pena que una nueva izquierda independiente tomara nota de la advertencia de Andrés Figueroa Cornejo, cuando en su reciente artículo “Argentina Arrabal amargo” expresa “…el peligro consiste en que en el marco de una agudización del empeoramiento de las condiciones de vida de las grandes mayorías y un período nuevo y abierto de lucha de clases, las izquierdas no vean o no coticen el protagonismo de los sujetos sociales emergentes distintos (que no sustitutos) al del obrero industrial - que representa una minoría en caída vertical y cuyo tonelaje objetivo es absolutamente insuficiente cualitativa y cuantitativamente para cambiar la vida - y entonces, una oportunidad no logre cuajar en una conducción revolucionaria amplia y unitaria, según la realidad de la segunda década del siglo XXI, y no del industrialismo del siglo XIX y parte del XX en los países centrales de Europa”.
Es de suma importancia que, hasta tanto logre avanzarse en una síntesis mayor acerca del nuevo sujeto social del cambio, la militancia asuma que en tanto a la fuerza del trabajo se la sigue intentando debilitar sin que se alcen suficientes voces para denunciarlo y salirle al cruce como ocurriera durante las mejores luchas del pueblo argentino. Prueba de ello ha sido la reciente sanción de la Ley de Aseguradoras de Riesgo de Trabajo, a la que la Juventud Sindical en su Balance del Año 2012 se refiriera en los siguientes términos: “En verdad lo que busca la Ley es ahorrarle plata a los empresarios, tanto respecto de las indemnizaciones, como en lo que deberían invertir en la prevención de accidentes. Por eso fija precios en un marco de condiciones desfavorables para el trabajador, para que éste no pueda optar por lo que cree justo. Por eso la Ley manifiesta la forma en que la UIA pretende bajar la ‘litigiosidad’ y no se refiere a la prevención de accidentes. Se hace al trabajador elegir entre dos opciones excluyentes: el cobro de la ART (en un lapso de 15 días) o ir a juicio por un período de tiempo indeterminado en un tribunal civil. No conforme con ello, la Ley contempla que en caso de que el trabajador vaya a juicio, la indemnización de la ART debe ser depositada en un fondo del Estado, para que si el empresario pierde el litigio, no sea el patrón el que pague la totalidad de la indemnización. Incluso se ocupa de cuidar el bolsillo del patrón a la hora de fijar las costas del juicio: la Ley preserva y estipula que la ART deberá pagar su parte en caso de que al litigio lo gane el trabajador. Nada de esa especificidad a la hora de cuidar los intereses de la parte empresaria, está puesta en función del cuidado de la Salud del trabajador. El problema de la litigiosidad no es el garantismo, sino la cantidad de accidentes que ocurren en los ámbitos laborales por la falta de regulaciones estatales. No es con el Estado protegiendo los intereses de los empresarios, que es la parte más poderosa en los conflictos entre el capital y el trabajo, que se va a bajar la litigiosidad; sino justamente con una mayor presencia del Estado del lado del más débil, en donde a partir de generar condiciones más justas se logrará bajar la cantidad de accidentes de trabajo”.
Por último, otra divisoria de aguas recurrente al interior de la llamada nueva izquierda independiente es la conveniencia o no de generar herramientas electorales capaces de disputar espacios de poder en un territorio considerado enemigo.
Estamos en una bisagra de la historia e inaugurando un año electoral propicio para rediscutir fraternalmente todos y cada uno de los temas que hemos esbozado.
De poderme explayar ante mi tía Edith como lo he intentado aquí, dudo mucho que esta se despachara con otro argumento que el de que soy un renegado, ya que contamos con la presidenta más hermosa e inteligente de nuestra historia. Y créanme que en tal caso este humilde servidor no hallaría cómo rebatir semejantes verdades.-
JORGE FALCONE
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