"Nunca es triste
la verdad, lo que no tiene es remedio" (Serrat)
La década que el kirchnerismo proclamó
"ganada" instaló un relato desprovisto de bagaje subversivo sobre las
luchas de los años 70. Dado que, como las finanzas, la memoria es un capital en
disputa, los aires de cambio que soplan actualmente en Argentina retrotraen
hasta al más pobre intento de revisionismo a una matriz de pensamiento
explícitamente antisubversiva.
Pero... ¿qué estamos en condiciones de
aportar al respecto los sobrevivientes no escarmentados de aquellas luchas, que
no adherimos a la variante neo desarrollista ni a la neoliberal del capitalismo
global?
Aunque much@s de sus pares lo consideren una
herejía, el autor de esta nota considera fracasada (más que derrotada)
aquella estrategia de acción directa. Porque lo segundo deja margen para
conjeturar cómodamente - por ejemplo - que la correlación de fuerzas no
favoreció a las organizaciones revolucionarias, pero lo primero da cuenta de
algo más difícil de asimilar: El hecho de que nunca estuvo en el ánimo
mayoritario de nuestro pueblo acompañar un enfrentamiento armado contra sus
opresores. En caso de tener algún asidero, este planteo implica que en la
región no fracasaron solamente los Montoneros o el ERP, sino el máximo
exponente de la filosofía en cuestión, Comandante
Ernesto "Che" Guevara.
Lo expresado hasta aquí no implica abjuración
alguna de la experiencia armada - a la que por otra parte vastos sectores del
campo popular avalaron sin reparos durante la larga lucha antidictatorial
previa al retorno del General Perón
-, sino aceptar de una vez por todas que ante el advenimiento de la última
dictadura las mayorías replegaron prudentemente acentuando la exposición de los
emergentes más radicalizados de aquella lucha.
Este planteo conduce a proponer una segunda
herejía: La de aceptar que los revolucionarios de los 70s no fuimos otra cosa
que un daño colateral - una basurita en el ojo de los genocidas -, ya que el
verdadero target de la ofensiva
reaccionaria fue fundamentalmente aquel sindicalismo antiburocrático puesto de
manifiesto durante las jornadas de lucha de junio/julio de 1975 contra el
Rodrigazo. Y cuestionarnos si el saldo más
grave de la postración nacional no es la fragmentación actual de un movimiento
obrero que, pese a los embates sistemáticos del poder, aún no desborda a sus
dirigencias imponiendo ese imprescindible cuan demorado Paro Nacional.
Ser consecuente con este pensamiento conduce
ineludiblemente a revisar numerosos lugares comunes del ideario setentista,
como por ejemplo la legendaria fuga del Penal de Rawson que antecedió a la Masacre de Trelew, e interrogarse - a
la luz de esta perspectiva histórica - si la postura más atinada correspondió a
l@s guerriller@s que intentaron escapar o a un sindicalista combativo como Agustín Tosco, que ante el ofrecimiento
a ser de la partida adujo confiar en que la ofensiva de las masas populares lo
rescataría a la brevedad de la prisión (como finalmente ocurrió en el Devotazo)
Acaso una de las máximas lecciones que el
mentado fracaso deja a l@s luchadores/as del presente consiste en evitar por
todos los medios caer en el sustitutivismo pequeño burgués de las grandes
mayorías imponiendo su propio timing
de clase a las luchas por venir, cuando este momento pareciera convocar al
complejo desafío de ganar las calles para construir en unidad de acción una nueva hegemonía junto al actual sujeto social
del cambio - que, con el trabajador asalariado, viene siendo el de la economía
popular -, operación que habrá de cuajar cuando seamos capaces de gestar un Nuevo Proyecto Nacional.
El desafío ineludible
de no analizar el presente
con matrices de
pensamiento del pasado
El tránsito de un mundo bipolar a otro
multipolar que viene signando al Siglo XXI condiciona a l@s revolucionari@s a
analizar la realidad lejos del binarismo que
campeó durante las luchas del pasado, a los efectos de enfrentar un
escenario que muestra a la más antigua guerrilla socialista de nuestro
continente forzada a acordar la paz con un mandatario premiado por el gran
capital, así como a una originalísima experiencia emancipatoria encabezada en
Kurdistán por mujeres capaces de morir por la liberación de una Nación
territorialmente dispersa.
La reconfiguración de las sociedades
occidentales que otrora ejercieron disciplinamiento
y hoy garantizan control enseña que la información se ha convertido en la
molotov de la era de las redes sociales, como lo demuestran palmariamente
los casos de Julián Assange y Edward Snowden, al punto de concluir que sin multimedios populares toda lucha social
se diluye antes de capitalizar a las mayorías (como ocurrió el pasado 12 de
diciembre al cabo de la convocatoria denominada Encuentro de los Pueblos, que
llenó Plaza de Mayo autogestivamente con excluid@s sociales venidos de norte a
sur del país... circunstancia que los monopolios mediáticos decidieron ignorar
al punto de que la mayoría de l@s argentin@s desconozca si alguna vez tuvo
lugar)
En consecuencia, urge revisar los presupuestos de una causa antisistémica demasiado
anclada en la lucha de clases y bastante esquiva a dimensionar los dramáticos
alcances de la crisis civilizatoria, disyuntiva tan bien expresada
últimamente por una intelectual orgánica como Maristella Svampa: "En cuanto a la doble dinámica del capital (no sólo
respecto de la contradicción capital-trabajo,
sino de la relación capital-naturaleza),
es claro que el gobierno actual empeora la relación de asimetría del trabajo
frente al capital, fortaleciendo la opción por los mercados, y perjudicando así
a distintas franjas de trabajadores de las clases medias y sobre todo, de
trabajadores de los sectores populares. Al mismo tiempo, respecto de la
relación capital-naturaleza se perciben continuidades, pues el nuevo
oficialismo apuesta a profundizar la comoditización de la naturaleza por la vía
de la expansión del extractivismo (agronegocios, megamineria, fracking,
represas, urbanismo neoliberal), consolidando así la brecha socio-ambiental
abierta durante el ciclo anterior". En esta fase de capitalismo
global en la que el poder concentra por
arriba y fragmenta por debajo, y cuyo nuevo estatuto de coloniaje viene
siendo la conversión de los bienes
comunes en mercancías, resulta harto difícil para el campo popular hallar
la síntesis entre los presupuestos arriba descriptos.
El nuevo ADN de la
Revolución
La trajinada "crisis terminal del
sistema" ha venido demostrando que este aún goza de buena salud y gran
capacidad de adaptación a los escenarios cambiantes de la historia, todo lo
cual habilita a suponer que no será tan sencillo roer sus cimientos. El estado
de conflictividad social (aún dispersa) que vivimos l@s argentin@s permite
comprobar a diario - por ejemplo - que a buena parte de la masa crítica
identificada con la "izquierda popular" le cuesta concebir al
kirchnerismo como el mayor crédito
nacional a la humanización del capital. Parece recomendable, en
consecuencia, combatir el extremo sectarismo
reinante construyendo espacios de confluencia porosos, y capaces de combinar lúcidamente
la lucha callejera con la agitación vía redes sociales, así como - dada la
balcanización del campo popular - no disputar
poder en territorio enemigo antes de contar con una significativa y
direccionada construcción de base.
Cierto es que ya se escuchan los cantos de
sirena de un nuevo y tentador calendario electoral, y que en nuestra Odisea le
viene costando mucho a Ulises eludir ese arrecife de la perdición. También que
la cruda realidad de los niños humildes que ya no consumen leche, de los
hogares trabajadores que han eliminado la cena, de los jóvenes
institucionalizados porque una familia quebrada no los puede mantener, de las
mujeres indigentes obligadas a compartir techo con su golpeador, y de la ya
evidente cantidad de menesteros@s arrojad@s a dormir en calles o sucursales
bancarias condiciona a barajar soluciones perentorias. Pero hoy más que nunca,
para acumular poder popular, esa Revolución que no resignamos amerita el coraje
de elegir la escalera en vez del ascensor de la historia. Quizá esa sea la
principal enseñanza que en 2016 dejaron dos inclaudicables como "Cachito" Fukman y Raymundo Ongaro.-
JORGE
FALCONE
No hay comentarios.:
Publicar un comentario